Bedich Smetana (1824 - 1884) está considerado el padre de la música checa no sólo por la calidad de sus composiciones, sino también por su identificación con el nacionalismo checo del siglo XIX. La novia vendida (Prodaná nevesta), que subió a escena por primera vez en Praga en 1870, es su ópera más famosa. En la versión que ayer estrenó el Palau de les Arts las ideas de Smetana se trasladan a un pequeño pueblo de la Checoslovaquia comunista de los años setenta del siglo XX.

¿Dónde queda el nacionalismo del autor? El director de escena del montaje, el británico Daniel Slater -es su tercer trabajo en Les Arts-, explicó ayer que los deseos revolucionarios del músico checo se reflejan en la lucha de los jóvenes contra las imposiciones de los mayores, combate en el que los de menos edad acaban ganando.

Esa victoria y final feliz implica también que la ópera sea cómica y no una tragedia. Al fin y al cabo, la arquitectura del argumento es bastante habitual: una pareja joven se ama, pero los padres de ella deciden que por razones económicas conviene que se case con otro. El ingenio, sin embargo, se impone al final a los intereses paternos y al celestino de turno.

Si se tiene en cuenta que en la versión de Slater el personaje del casamentero de Smetana es transformado en el alcalde del pueblo, el montaje puede también interpretarse en clave de victoria del pueblo contra la autoridad (comunista, en este caso).

Este cambio, según el director de escena, hace que la ópera sea "no tan bufa", pues el alcalde alcahuete, que quiere impresionar para trepar en la política, es ahora "menos cómico".

Más que de ópera bufa, Slater prefiere hablar de "comedia sofisticada", de situación y personajes.

Este montaje de La novia vendida es una producción de la Ópera North de Leeds (Reino Unido) con la que Slater debutó hace diez años en un trabajo de primera magnitud. Desde entonces se ha representado en Gran Bretaña y Estrasburgo, pero no ha llegado a la República Checa, algo sobre lo que tiene "curiosidad".

Slater resumió su montaje como un intento de combinar "el corazón duro de la historia con una música espontánea" y "encantadora".

La novia vendida supone la primera incursión del coliseo en la ópera checa y la segunda expedición en el género cómico de la sala principal tras Esponsales en el monasterio, de Prokofiev.

El director musical de la producción es también un buen conocedor de Les Arts, Tomás Netopil, quien desde este año está al frente de la Ópera Nacional de Praga, como subrayó la intendente del coliseo, Helga Schmidt, que calificó la obra de Smetana de título emblemático de la lírica checa.

Netopil destacó el trabajo duro que ha supuesto conseguir la pronunciación checa en los cantantes y la búsqueda con los músicos de "una atmósfera ligera y cómica". La influencia de Wagner, dijo, es sólo "un toque".

Los papeles principales los representan la soprano eslovena Sabina Cvilak y el tenor checo Ales Briscein.