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Un crítico escribió que Julian Opie era el pintor de la vida moderna y otro, que lo que había conseguido era convertir al público, o al transeúnte, en algo más que un anónimo paseante, en una imagen de obra de arte. Seguramente, como Hockney, el también británico Opie sea un artista que refleje un estilo de vida, aunque a su manera. Y si Hearing marcaba los contornos de sus singulares dibujos o Lichtenstein el de sus representaciones irreales sacadas de las viñetas de los cómic para resaltarlas,Opie hace lo propio con sus figuras, sus retrasos, sus bodegones de frutas modernas...

Dentro de ese neo pop politicamente correcto al que se aproxima, aunque él lo interprete a su manera ya que del movimiento dice compartir su optimismo y que cualquier objeto cotidiano puede ser motivo de arte, las figuras de Opie-artista de moda del Reino Unido-comparte cierto aroma con la cultura de los personajes de Jordi Labanda. Aunque las del inglés carezcan de rostro. Al menos, las que corresponden a su etapa más reciente porque de sus retratos ha ido eliminando cualquier detalle, mientras anima los movimientos de sus personajes.

En parte eso es lo que puede verse ahora en el IVAM en la exposición que ayer era inaugurada. Opie ha llenado parte del museo con sus iconos y rostros. Están en sus fachadas, en su interior y también en su explanada donde ha colocado una de sus pantallas de led por la que discurren sus figuras en movimiento, los pasajeros de un tiempo. Y es que una de las obsesiones del artista es el movimiento de la figura humana.

"Todos estamos en movimiento y creamos una coreografía. He plasmado todo tipo de movimientos, desde los primarios hasta los más sutiles. Cualquiera de nosotros puede ser un gran modelo porque somos seres convertidos en símbolos de la humanidad. Esa es la realidad que me interesa", comentaba ayer este artista británico de 52 años para quien el colorido es parte de la comunicación y símbolo del optimismo.

Su estudio de la figura humana se resume en 35 piezas con sus cabezas redondeadas o sus siluetas anónimas en una vida cotidiana.

"Cada individuo tiene su propia personalidad pero constituye un símbolo de muchas otras cosas", comentaba ayer. Esa tensión o doble personalidad se va descubriendo a medida que te acercas a la obra".

Según confesó el artista su obra en sí "no inventa nada. Soy un cocinero que va cogiendo ingredientes: desde el arte romano a las señales de carreteras o de un aeropuerto y los mezclo para hacer una buena comida".