José Albi (Valencia, 1922) no era un poeta de nombre especialmente conocido, pero su figura y su obra son imprescindibles para entender la literatura en Valencia en las áridas décadas de la posguerra. Albi, premio de las Letras Valencianas de la Generalitat en 2002 y premio Lluís Guarner en 1999, falleció la noche del pasado lunes en Xàbia después de que su salud se deteriorara en las últimas semanas. Será incinerado y enterrado hoy (12 horas) en el cementerio nuevo de este municipio.

Además de escritor en castellano -sólo en los últimos años publicó un único poemario en valenciano-, Albi deja para la historia dos grandes iniciativas, creadas de la mano con Joan Fuster, al que conoció al estudiar en Sueca. Son la revista Verbo y la Antología del surrealismo, una obra de referencia muchos años después. Junto con la editorial Torre (de Xavier Casp y Miquel Adlert), Verbo fue uno de loa escasas puertas abiertas a la cultura en "los tiempos de silencio", destacaba ayer Ricardo Bellveser, director de la Institució Alfons el Magnànim y miembro de la asociación de escritores y críticos valencianos (Clave), de la que Albi era en la actualidad presidente de honor.

¿Por qué el nombre del autor de Elegía atlántica o Vida de un hombre queda en un segundo plano en las historias de la literatura del siglo XX Posiblemente acierta el poeta Vicente Gallego al apuntar que su voz no era muy sorprendente, ni fue su preocupación tampoco romper moldes literarios. Pero ello no resta méritos, apostilla, a una poesía "vivencial, hecha con mucha intensidad y gusto".

Poeta fuera de generaciones

Tal vez el papel secundario se deba a esa característica de poeta fuera de generaciones, surrealista cuando el estilo ya había pasado y ya mayor en los ochenta, cuando se sintió bien entre el grupo de jóvenes poetas que empezaba a despuntar.

En esa clave se sitúa el introvertismo, el movimiento que creó en 1949, un estilo "que bebía del surrealismo, pero en una época en la que ya no tocaba" (era el tiempo de la poesía social), explica la investigadora Xelo Candel, autora de un estudio sobre Albi en la antología publicada entre los años 1991 y 1993. Más tarde, en 2003, el Consell Valencià de Cultura editaría otra antología de Albi.

Para entender además su obra está el valor -poco considerado habitualmente- de la continuidad, de esas voces que, como subraya Carlos Marzal, evitan que haya vacíos generacionales en momentos tan complicados como los de la posguerra.

Cuentan las biografías que fue el descubrimiento de Marinero en tierra, de Rafael Alberti, lo que encendió en Albi la llama de la poesía. Un fuego que, desde muy joven, traspasó la barrera de lo literario. "Tenía lo poético como forma de vida", destaca Gallego. El intenso vínculo con María Beneyto entronca con esa manera de vivir poéticamente.

José Albi tenía varios títulos académicos: estudió derecho en Valencia y Bilbao y se doctoró en Filosofía y Letras en Madrid. Pero su vida era la literatura (aunque es más conocido como poeta, ganó el Gabriel Miró de novela en 1958 por El silencio de Dios). El cámping de Xàbia que poseía le permitía cubrir necesidades económicas y dedicarse a actividades más pasionales, como escribir o viajar.