La Carmen con dirección escénica de Carlos Saura que se estrenó en noviembre de 2007 ha vuelto al Palau de les Arts dentro del III Festival del Mediterrani, dicen que con retoques. Se han suprimido, por ejemplo, las bailaoras con batas de cola kilométricas. La impresión visual, en general, no ha diferido mucho: máxima estilización con paneles laterales escalonados, iluminación con intensos colores uniformes, soldados del siglo XX tirando de espada... Conceptualmente, todo muy frío, demasiado intelectual. Resulta, por ejemplo, muy difícil creerse una gruta en la sierra sobre casi un espejo por suelo.

Por otro lado, quedan demasiados cabos sueltos. Así, para limitarnos a las primeras escenas, no se explica por qué los transeúntes parecen raros a los soldados. Tampoco se entiende a qué se dedican las mujeres cuyas estáticas siluetas se ven a la derecha. Y la confraternización entre militares y civiles contradice frontalmente el argumento: Carmen, no Luisa Fernanda.

La salvación, una vez más, vino de la mano de la música. De hecho, el efecto no habría sido mucho menos fuerte de haberse tratado de una versión concertante. Malo cuando el estímulo de la imaginación va más lejos de lo que perciben los ojos.

Con su voz de precioso color, siempre plena en su emisión y entonada, El?na Garan?a se consagra como una de las grandes actuales en el papel del título. Lo mismo cabe decir de Marcelo Álvarez, un Don José que comenzó muy bien y fue a más. A la Micaela de Marina Rebeka sólo cupo reprocharle cierta dureza en algún agudo. El Escamillo de Alexánder Vinogradov, en cambio, donde encontró alguna nota peor colocada fue en el registro grave. El quinteto del segundo acto y el trío del tercero fueron excelentes, lo cual dice mucho en favor de los comprimarios.

Sin ser capaz de tantos matices como Maazel, en el foso Mehta gobernó la nave con mano segura y sólo en algún momento permitió que el coro gritara e incluso pareció alentarlo a ello.