El III Festival del Mediterrani ha afrontado su recta final con un monográfico Richard Strauss formado por dos de los poemas sinfónicos más representativos del compositor muniqués y próximos en su producción al lema Ella escogido como subtítulo temático del ciclo. Lo sirvió en muy estimables versiones la Orquestra de la C. Valenciana bajo la dirección de Zubin Mehta.

El maestro de Bombay extrajo desde luego al Don Quijote infinitos matices más que, por referirnos al punto posible de comparación más reciente, mes y medio antes Rafael Frühbeck de Burgos a la Filarmónica de Dresde en el otro Palau. Eso sí, en el auditorio de Les Arts hubo que superar una acústica de hostilidad sólo paliada por pantallas y tarimas. El final de la introducción y la cabalgata aérea fueron los pasajes más perjudicados por una confusión de planos sonoros que, a cambio, en la batalla contra los corderos potenció favorablemente el realismo de las disonancias.

En lo que tampoco cupo discusión fue en la magnífica calidad de los solistas. Ambos dotados de timbres de pareja extraordinaria belleza, el bielorruso Guiorgui Anichenko (Minsk, 1985) y la rusa Julia Málkova (San Petersburgo, 1976), ésta última primer atril de la orquesta, monologaron y dialogaron con exquisita elocuencia sobre un fondo orquestal controlado con particular sentido de las inflexiones agógicas.

En la paráfrasis cervantina mereció asimismo mención de especial honor por idénticos conceptos el concertino Igor Malinovski, la relevancia de cuya participación en la paráfrasis cervantina no fue menor en las secciones eróticas de Una vida de héroe. En esta obra volvió Mehta a mostrar la inspiración necesaria para resaltar en su justa medida cada uno de los contrastes expresivos y plasmar el significado preciso de las diversas citas de otras páginas del mismo autor.

El enorme éxito fue generosamente compartido por el director con una orquesta en cuya disciplinada flexibilidad no parecen hacer mella los numerosos aumentos a que otra vez pareció inevitable recurrir.