Baruch Minke, bioquímico y genetista israelí, llegó a Oviedo al filo de las dos de la tarde del domingo, lo que le convirtió en el más madrugador de cuantos el próximo viernes recibirán en el teatro Campoamor los premios «Príncipe de Asturias» 2010. Profesor de Fisiología en la Universidad Hebrea de Jerusalén, Minke es el descubridor de los canales iónicos TPR, componentes de los sensores biológicos cuya función es básica en las percepciones sensoriales y en el dolor. A juicio del jurado del premio «Príncipe» de Investigación Científica y Técnica, tanto él como los estadounidenses David Julius y Linda Watkins -también galardonados- son artífices de una serie de investigaciones que «identifican dianas moleculares a las que dirigir una nueva generación de medicamentos específicos para el tratamiento selectivo de diferentes tipos de dolor, especialmente el crónico».

-¿Primeras sensaciones de Asturias?

-Desde el avión he visto la hermosura de la costa, el verdor, los tejados rojos... ¡Tan distinto al lugar donde vivo! Estoy muy impresionado.

-¿Qué significa para usted el premio «Príncipe»?

-Significa mucho. Es el premio de mayor prestigio de España. Y me complace especialmente que hayan elegido el tema del dolor, algo que muchas veces se deja de lado. Es una gran oportunidad para hablar del asunto en voz alta.

-¿Por qué sentimos dolor?

-Algunas personas no sienten dolor y para ellas es horrible porque cuando sufren daño en los tejidos no lo sienten. Es un mecanismo protector, algo fundamental que existe en todos los organismos vivos. Puede parecer absurdo, pero es la manera que tiene el organismo de protegerse. Pero claro, también puede convertirse en algo terrible cuando se vuelve crónico o es consecuencia de una enfermedad.

-¿Existen fronteras nítidas entre el dolor físico y el dolor moral? A veces parecen muy vinculados.

-La sensación de dolor requiere la participación del cerebro. Sin el cerebro no sentimos el dolor. Es sabido que, a veces, en la guerra la gente sufre lesiones, pero en medio de una emoción tan fuerte no sienten el dolor. Evidentemente, hay una diferencia entre el dolor que se inicia por un daño de un tejido, en la piel por ejemplo, y el de origen emocional. Sin embargo, con la resonancia magnética funcional podemos estudiar las distintas regiones del cerebro que se activan cuando se ve o se oye algo, y observamos que el área que participa en el dolor periférico y en el dolor emocional es la misma zona cerebral. O sea, que sí que están vinculados.

-¿Qué le duele a una persona cuando siente que le duele el alma?

-El dolor moral duele y se siente a nivel físico. Y si vemos que la región del cerebro que se activa es la misma significa que están vinculados. Pero hay muchas cosas que seguimos sin conocer bien porque no comprendemos cómo funciona el cerebro en su totalidad. Sabemos que hay una conexión, pero desconocemos cómo el cerebro procesa el dolor.

-¿Es utópico pensar en un mundo sin dolor?

-Es muy frecuente que el estímulo que se inicia en la zona periférica del cuerpo sea distinto en cada uno y se perciba de forma distinta. Dos personas prueban el mismo alimento y lo perciben de manera distinta. Lo mismo ocurre con el dolor: hay personas inmunes al dolor y otras más sensibles. Es una propiedad general de nuestros sentidos: todos somos distintos. Depende de las diferencias genéticas y de personalidad. Necesitamos el dolor para proteger nuestros cuerpos, así que no podemos vivir sin el dolor. No existe un mundo sin dolor. Lo que pretendemos los científicos es atender y paliar el dolor crónico. Cuando el dolor se vuelve crónico y ya no tiene nada que ver con el daño de los tejidos hay que tratarlo. La vida de una persona con dolor crónico puede llegar a convertirse en un infierno.

-¿Qué le enseñó la drosophila melanogaster (mosca de la fruta)?

-El dolor, como mecanismo de protección, forma parte del catálogo de fenómenos básicos que se conservan a lo largo de la evolución, como los sentidos de la vista, el tacto, el oído... Son comunes a todos los seres vivos. El descubrimiento más importante en el ámbito de la investigación del cerebro se realizó en el calamar, y el autor ganó el premio Nobel. Es habitual utilizar animales sencillos como modelos de investigación que luego se aplican a seres humanos.

-¿Cuál es la enfermedad que causa más dolor?

-Hay varias que provocan dolor crónico: sida, cáncer, problemas de espalda... Quizás el cáncer sea la enfermedad que más dolor provoca. Hay dolores que se perciben como un quemazón de la piel. Otros, como una presión. A mi juicio, el peor es el dolor que quema.

-¿Analgésico más eficaz?

-No disponemos de fármacos muy buenos en este campo. La morfina se emplea bastante. La aspirina, también. La morfina tiene algunos efectos secundarios terribles. La industria farmacéutica está intentando desarrollar nuevos tipos de fármacos que se basan en tratar los canales iónicos de TRP. Esa es la esperanza para el futuro.

-¿Qué porción del cerebro continúa siendo un misterio?

-Comprendemos mejor la parte del cerebro que se encarga de la vista. Es donde se han desarrollado los principios básicos acerca de cómo se procesa la información.

-Para concluir, una pregunta referida a la política de su país. El muro que separa a judíos y palestinos, ¿es un muro «de la vergüenza» o un muro «de la defensa»?

-Se creó como un muro de defensa. Yo vivo en Jerusalén y estaba allí cuando explotaron las bombas casi en el barrio donde vivo. Cerca de mil personas murieron como consecuencia de aquellos ataques suicidas. Así que en aquel momento era una de las soluciones para prevenir la entrada de terroristas suicidas. Pero cuando contemplo ese muro me siento muy triste porque es muy cruel para las personas que viven allí. A veces divide una aldea en dos partes. Así que, en caso de que llegara la paz, lo primero que yo haría sería derribar ese muro.