Muchas sentencias escritas, pero una devoción trasladada a catorce libros taurinos y ahora una antología de su textos. Y, además, Granero y Joselito como referentes.

Es que Granero es el gran torero de Valencia. Hasta su llegada los toreros valencianos no funcionaron. Y Granero en tres años se hizo el amo. Sevilla se volvió loca. Granero nos indicó que un día un valenciano mandaría en los toros porque en su época todo aquello que no viniera de Sevilla o de Madrid había que eliminarlo. Pero él avisó de que algo se iba dimensionar en Valencia, de que un valenciano, antes o después, mandaría en los toros.

¿Habla de Ponce?

Sí. Ponce es el torero más grande que ha tenido Valencia. Además ha mantenido su valencianía durante todo el tiempo. Desde el punto de vista taurino tiene una tauromaquia hermosa y ha dominado plenamente a los toros.

¿Qué es para usted la tauromaquia?

Un universo de dimensiones, un fenómeno mágico que permite que se escriba de forma diferente. En los toros no tenemos el gran angular que recoja la faena al completo. Lo bonito del toreo es una faena lenta y la sensación de lentitud se pierde. Por ello cuando acaba una corrida cada espectador ha visto una faena distinta.

Filosofar del mundo taurino también es un discurso subjetivo: idealizar una imagen o una idea.

Los toros son algo mágico para los que no tengo raíles cuando escribo. En la psicología del toreo hay muchos aspectos que analizar. Por eso han atraído a tantos artistas e intelectuales. El intelectual que está en contra de la fiesta es porque no ha visto una corrida de toros. Desde luego que hay sangre, pero a partir de ahí se trata de una experiencia muy activa, en la que no existe el masoquismo. Todo ello explica por qué la intelectualidad que ha entrado en una plaza de toros ha caído rendida a ellos.

¿Cuál sería su explicación metido en la cabeza de Goya, Picasso, Hemingway, Lorca, Madariaga, Alberti, Brines...?

Pues que es un mundo muy especial. La lidia es la representación de la vida, pero a lo bestia: la inteligencia contra la fiereza. Es el duelo del que piensa y el que no lo hace. Tiene aspectos fúnebres, sobre todo si se hace mal. Pero si se respetan los cánones no hay tanta crueldad. Es una lucha. Frente a los animales que mueren, a un toro se le puede dar la vuelta al ruedo, aplaudir, indultarÉTodos esos datos, el intelectual no los conoce. Tampoco se le pasan por la cabeza. Sólo tiene la imagen de la sangre. Pero respeto al antitaurino porque también forma parte de la cultura taurina.

Pues hay que ver cómo está el tema entre ministerios, leyes y prohibiciones.

La tauromaquia es el arte mas vivo que existe y no necesita subvención. Otro asunto son las decisiones políticas. Pero sin ellas, la tauromaquia está viva. Me cuesta entender la preocupación de la prohibición de las corridas en Cataluña. Lo de Barcelona lleva preparándose 30 años. Los toros es la fiesta que más se admira en todos los pueblos de España y eso está ahí, por eso la eliminan. La tauromaquia no tiene problemas. Está viva y muy viva. No tiene subvenciones, pero sí impuestos muy fuertes. El problema de los taurinos son los taurinistas con sus afeitados y otras tantas cosas. En aquellos lugares donde han desparecido las corridas, el toro ha terminado extinguido, por eso tampoco entiendo el argumento animalista cuando tiene una consecuencia tan brutal.

¿Por qué Joselito y no José Tomás, cuando el de Galapagar es la representación de la divina comedia en la arena?

Escribí mi primer libro sobre Joselito por una apuesta. Hasta entonces me había preocupado por los toreros del XIX. Joselito tenía una pureza especial y era muy clásico. Se retiró pudiendo continuar aún y dejando de ganar mucho dinero. Tiene unas características familiares muy especiales: le abandonó su madre con tres años y su padre murió cuando él tenía diez. Reúne características del siglo XIX. Desde Belmonte hasta hoy todo ha evolucionado pero no ha cambiado porque él introdujo los factores estéticos. Hasta Belmonte torear era casi un deporte de gladiadores.

Pero Tomás, se juega la vida y los demás, para el espectador, son estetas.

Lo que Tomás ha hecho ha sido darle importancia al factor riesgo. Cuando se incrementa el estético se reduce el riesgo, pero cambia la balanza para situarse en un terreno peligroso que no acaba de gustarme. El toreo es el arte del dominio del animal y él se sitúa en manos de los toros.

Es lo que quiere la afición.

Ya, pero yo voy por otro lado. Soy de aquellos a los que les gusta el torero valiente, pero que manda sobre el toro.