Nos ha tocado vivir tiempos paradójicos en los que estamos asistiendo, siquiera sea como espectadores del alborear de una Nueva Era, utilizada esta palabreja lejos de su manipulación milenarista. Pero sí, estamos sentados a los pies de la cama de un moribundo, una concepción del mundo que se pierde consumido por sus propias miserias, agotado por su ceguera". El párrafo lo he tomado del manifiesto del Movimiento Artístico La Escalera, que ha hecho su presentación en una muestra de doce autores, expuesta en las Atarazanas.

Liderado por el escultor Julián Ortíz Domínguez, el grupo, que apuesta por la multidisciplinalidad, reún a escritores, pintores, escultores y fotógrafos de diferentes países residentes en España. El manifiesto, tras denunciar la indiferencia de la inmensa mayoría ante esta situación de ruina, afirma que "se hace necesario recuperar al Hombre como protagonista de su propia historia y al Arte como catalizador de esa historia". No saben en qué lío se han metido.

Para llevar a cabo su proyecto el Movimiento Artístico La Escalera cuenta con unos princpios fundamentales, entre los cuales me permito destacar los siguientes: recuperación de la función social del arte y del creador como motor de esa recuperación, primacía del principio de libertad individual frente a la alineación y la uniformidad, y promover la calidad en la creación, liberándola del corsé de las modas que sólo trae mediocridad.

Palabras, buenas palabras, no faltan. Ahoro sólo queda esperar su adecuado desarrollo, que nos es poco.

En las mismas Atarazanas, en una anterior exposición, otro grupo, con una experiencia de varios años, ofreció la exposición titulada Al-Mirarte (Todo se tranforma, de Jorge Dresler). Se trata del Grupo Arteenred, liderado por José Manuel Ramos, también escultor, que reunió en muestra de arte interdisciplinar obras de casi un centenar de autores, entre los cuales se hallaban bastante profesores de la facultad de Bellas Artes.

Se podría ofrecer más botones como muestra de la existencia, aquí y ahora, de asociaciones, corros, peñas y no sé si camarillas, de carácter cultural y plural. Desconozco hasta qué punto se está volviendo a este tipo de colectivo. Desconozco si la promulgación de manifiestos va proliferar. Pero lo cierto es que algo está pasando y creo que puede ser como consecuencia de una pérdida de confianza en las tradicionales galerías de arte o de la dificultad de algunos creadores por acceder a ellas.

El caso es que algo se está moviendo en la escena cultural. Y eso ya es motivo de esperanza. Porque eso es lo que está haciendo falta: movimientos con inquietudes y no esa apatía que traga con todo.