Día de primavera en la calle; día gris, el de ayer, en el interior de la Sala Parpalló. No sólo por los dibujos y las esculturas de Joan Cardells -un obsesionado por el gris, confiesa-, sino también por la extraña situación de inaugurar una muestra que será la última de este emblemático centro de arte contemporáneo en su ubicación desde hace seis años (el antiguo comedor del convento de la Trinidad, en la calle Alboraia de Valencia). Será asimismo la última de la Parpalló como espacio independiente.

El responsable de Cultura de la Diputación de Valencia, Salvador Enguix, confirmó ayer que cuando la exposición Joan Cardells. Grafitos, ceras, celulosas, bronces finalice el 1 de mayo se iniciará el traslado de la Parpalló al Centro Cultural La Beneficencia, donde en principio podrá utilizar la sala de exhibiciones temporales, aunque no cuenta un emplazamiento fijo. Será una solución transitoria, con el fin de que la Parpalló pueda alojarse en el MuVIM a partir de 2012, una vez se haya abierto hueco en la programación del museo para su nuevo habitante.

Los acontecimientos han venido a demostrar la improvisación de la corporación provincial al anunciar en diciembre el cierre de la actual Parpalló. En principio -así se dijo entonces-, el MuVIM iba a ser ya su destino en 2011. Al final, no será hasta un año después y con una solución de urgencia en medio (la Beneficencia).

El contrato de alquiler con las monjas clarisas de la Trinidad -las propietarias del local- ya ha sido extinguido, de manera que finaliza en junio.

Enguix, extremadamente parco en palabras ayer, se limitó a decir que la decisión se ha tomado por "motivos económicos", pero no precisó cuánto se ahorra la diputación. Tuvo que ser la directora de la sala, Ana de Miguel, la que señaló ayer que el alquiler costaba 70.000 euros anuales. Enguix sí que aseguró que el personal (cinco empleados) y la programación se mantendrán.

De Miguel: "Pierde identidad"

De Miguel se mostró apenada y aseveró que la sala "pierde identidad" con el traslado a un museo. La directora recordó que su petición al acceder al cargo fue tener un espacio propio, pero ahora "las circunstancias son distintas" y "mi preocupación es no cerrar", dijo.

Más allá del cierre en la calle Alboraia, el futuro de la Parpalló se dibuja incierto -para bien o para mal-, si se tiene en cuenta que hay unas elecciones en mayo.