Crearon un monstruo arquitectónico y ahora nadie sabe cómo financiarlo o mantenerlo. Y es que la Generalitat, a través de su Conselleria de Economía, ya ha advertido de una nueva vuelta de tuerca sobre la caja de caudales del Palau de les Arts. Durante 2012, con la temporada ya presentada y cerrada, el coliseo valenciano tendrá tres millones de euros menos sobre los 19 previstos inicialmente para el ejercicio 2011/2012. Esta cantidad fue la establecida por el anterior equipo rector de la Conselleria de Cultura que consideró la cifra suficiente para afrontar un año, a la espera de una entrada paralela gracias al patrocinio o el alquiler de sus espacios.

Sin embargo, los tiempos no permiten ni una cosa ni la otra. Tampoco el Ministerio de Cultura se ha estirado en su ayuda prometida como sí hace con Liceo y Real.

Así que habrá que ajustar aún más el cinturón a un complejo que apenas puede abrir sus cuatro salas o tenerlas en marcha con cierta regularidad- esta pasada temporada tan solo fueron utilizados tres de sus espacios en un par de ocasiones-y que consume nada menos que cuatro millones de euros anuales en su mantenimiento ordinario. Además, el coliseo ha de hacer frente este año a otro millón de euros que el pasado ejercicio era retirado a última hora de su partida ordinaria.

Con todas estas, mal panorama se presenta ya no sólo con respecto a la programación ordinaria de su sala principal o a los conciertos previstos este año sino que, casi con toda seguridad, lo que se verá afectado será el Festival del Mediterrani que dirige Zubin Mehta. El músico se ha quejado en varias ocasiones de la situación.

La Generalitat quiere además un nuevo recorte en el area de personal y una bajada de los sueldos de su cúpula directiva, sobre todo de los cargos intermedios.

Con el recorte de esos tres millones sobre el presupuesto de 2012, Les Arts dispondrá de la mitad del presupuesto con que contó en sus primeras temporadas.

La situación económica debería de llevar a una reflexión más profunda de los gestores culturales valencianos sobre las infraestructuras, su utilidad y uso. Sobre todo, la posibilidad de consensuar políticas de fusión y la reutilización y reordenación de espacios. Todo lo demás es llevar al Palau de les Arts, el buque insignia de la era del esplendor y el desorden organizativo y de planificación, a un callejón sin salida ni futuro: su cierre o privatización de espacios.