La contratación de compañías de teatro y danza por parte de Teatres de la Generalitat ha caído un 50% en dos años (de invertir más de cuatro millones sólo puso dos en 2010) y las ayudas a salas privadas y grupos se han reducido cerca del 70 % en tres años. Así de fiero está el panorama en el mundo de las artes escénicas valencianas. Lo sorprendente es que este contexto coincide con una eclosión de pequeños (medianos en algún caso) teatros. Hasta cinco han abierto las puertas en 2011 y alguno más lo hizo en años anteriores (también alguno desapareció, como Off). Cada caso es una historia, pero el dato evidencia la vitalidad y las ganas de un colectivo que resiste.

El espacio de La Protectora, en el barrio de Marxalenes e impulsado por cuatro actores como "cabaret canalla", es el último que quiere sumarse a esta tendencia. Pero antes, en la pasada primavera, fue la compañía Arden la que ponía en marcha la sala Russafa, quizá el proyecto escénico más ambicioso de cuantos han visto la luz este año. Son 175 butacas, más una sala de exposiciones y el plan futuro de un espacio teatral dirigido a bebés.

Inestable se lanzó tras el verano con un nuevo recinto en Aparisi Guijarro, con el que pasó de 6o asientos a cien. Y sin olvidar el tradicional, reconvertido en cabaret.

De un modo más modesto, en los últimos meses también se ha unido a este movimiento l'Alambre, en la avenida Pérez Galdós, el último proyecto de Elma Sambeat y Jorge Affranchino, que ya lo intentaron en Campanar, hasta que la presión municipal por la falta de licencia los hizo abandonar.. Y, en la misma línea, donde estuvo el Teatro de los Manantiales ha surgido el Espacio Oxímoron, orientado ahora hacia el cabaret y el circo.

Estos son los que han nacido o crecido en 2011, pero parecido mérito tiene afianzarse en estos tiempos, que es lo que han hecho salas bastante recientes, como Zircó, o tradicionales, como Carme Teatre, que ha reforzado su programación.

Unos han surgido con el auxilio de ayudas públicas (Russafa o Inestable; en este último caso de la Unión Europea, ya que lidera un proyecto escénico transnacional); otras, sin cobertura alguna, a la aventura, como l'Alambre o La Protectora. Todas demuestran que la crisis es también un momento de oportunidad.

"¿Por qué ahora? -reflexiona Ana Henar Lorenzo, coordinadora de la Federació d'Espais Teatrals Independents (FETI), a la que pertenecen algunas de estas salas- Básicamente existen porque la gente quiere que existan. Cubren un hueco que la Administración no llena, son espacios vivos donde se investiga, no sólo lugares de exhibición".

Para la presidenta de Avetid, María Ángeles Fayos, este vigor es la prueba de que "en el negocio del teatro no todo es dos más dos, sino que hay mucha vocación". "El teatro crea puestos de trabajo, aumenta el nivel cultural y satisfaceal público, y por ello debe ser tenido en cuenta". Fayos lanza además la idea de crear una red de salas privadas para aunar esfuerzos.