Considerado uno de los grandes arquitectos españoles, Juan Navarro Baldeweg analiza el cambio estructural que se produce en su profesión y cuestiona cómo se ha destruido el litoral y el futuro de los edificios construidos en una época dorada pero sin uso.

Usted apuesta por la arquitectura como transmisión de emociones.

La arquitectura siempre ha sido para mí un arte de lo transitivo. Un medio para llegar a lograr un campo de actuación, donde lo importante sea realmente la vida, no tanto el objeto, no tanto algo a contemplar sino a vivir, lo importante es la melodía, la canción, no el instrumento.

¿Es compatible esta sensibilidad con la arquitectura que se ha venido creando?

La arquitectura de los últimos años ha estado muy volcada a lo formal, a las configuraciones mas o menos barrocas de lo formal, del movimiento, de las formas en el espacio. Acaba siendo algo muy aburrido y sobre todo incomprensible en una época de una austeridad muchísimo mayor. No quiere decir que no haya habido obras buenas, sino que estamos en una plataforma conceptual que nos invita a seguir por otro camino.

Dice usted "obras incomprensibles en épocas de austeridad", ¿se podría aplicar ello a las obras de Calatrava por ejemplo?

No sé lo que la gente busca en las obras de Calatrava pero en términos más personales me parece que hay formas más económicas de producir este tipo de experiencias de vida.

¿Benidorm verá acabado algún día el Centro de Congresos que diseñó?

Tiene que terminarse, está en un proceso de reajuste. Lo veo como una realidad, lo que es difícil es pensar en obras nuevas. Es evidente que hay una falta de dinero para poder acometer nuevos proyectos. Pienso que va a haber un cambio de actitud, que ya la crisis está transformando nuestra mentalidad, no podemos estar esperando una vuelta de la situación anterior, hay que tener una idea distinta de como consumir, de nosotros mismos como ciudadanos. Tenemos que aprovechar más cosas que están a la mano. En términos de arquitectura se puede aplicar a la rehabilitación, llenar esos edificios que no han llegado a pleno rendimiento. Estos elementos van a constituir la capacidad creativa de los arquitectos en un futuro inmediato.

Llevar esta situación negativa a un cambio positivo...

Ese es el cambio de actitud, hay que pensar que las cosas están ya hechas, tenemos que transformarlas para adecuarlas a nuestro momento. Tenemos que pensar no tanto en añadir, sino en completar lo existente.

¿Cree que se ha tomado nota en lo que se refiere a no volver a destruir el medio ambiente como consecuencia del urbanismo?

La destrucción del paisaje natural es terrible, es una cosa que me parece casi una enfermedad de la naturaleza. A veces hay que pensar en destrucciones parciales, limpiezas de algunos lugares donde ha habido una mala intervención. Creo que en un futuro habrá intervenciones de recuperación de ciertos valores y de lugares existentes que con poco pueden llegar a tener una belleza reconquistada.