Juan Bautista Muñoz (Museros, 1745 - Madrid, 1799) es conocido fundamentalmente por ser el fundador del Archivo General de Indias (en Sevilla). Esta institución, sin embargo, es producto de la encomienda que Carlos III realizó al ilustrado valenciano -ni el más conocido ni el más reivindicado- en 1779. El rey reformador encargó a Muñoz, como cosmógrafo mayor de Indias, una Historia de América, con la que responder a la leyenda negra sobre la conquista que expandían historiadores británicos y franceses.

El erudito dedicó a ella los veinte años que le quedaban de vida, en los que recopiló toda la documentación existente en los distintos archivos españoles y portugueses -hasta 200 volúmenes de legajos copiados a mano por Muñoz y dos escribanos, y trasladados después en carreta en un viaje épico hasta Sevilla- y llegó a publicar el primer tomo de su Historia del Nuevo Mundo en 1793.

Del segundo dejó un manuscrito inacabado a su muerte en 1799, pero la Historia dio un giro en aquel convulso final del siglo XVIII, Carlos IV no continuó la orientación política de su predecesor y Muñoz y su Historia del Nuevo Mundo pasaron al olvido.

Por ello, cuando el historiador Nicolás Bas, embarcado en la recuperación del ilustrado valenciano desde hace doce años, se refería en este tiempo a su personaje, casi siempre acababa con la coletilla de que el mejor homenaje a hacerle tal vez fuera editar ese segundo tomo algún día.

Y el día llegó. Al final, la Biblioteca Valenciana acogió el proyecto y ayer se presentó con el título de El manuscrito olvidado: el tomo II de la ýHistoria del Nuevo Mundoý de Juan Bautista Muñoz, con edición crítica del propio Bas.

No hacen falta muchas luces para entender que una razón de peso para que el proyecto haya salido adelante es la figura del actual secretario autonómico de Cultura, Rafael Ripoll, estudioso del personaje y de la época. El manuscrito, dijo ayer el alto cargo, es "el último rastro literario de Juan Bautista Muñoz".

Pero además de la peripecia histórica del intelectual, está la del propio documento, cuyo original acabó en época de Fernando VII en la Real Academia de la Historia (RAH). No deja de ser otra jugada del azar, porque la ahora vapuleada institución por los errores del Diccionario Biográfico Español ya se las tuvo tiesas con Muñoz, porque en ella recaía el cargo de cosmógrafo mayor de Indias antes de que Carlos III, a instancias de su consejero valenciano Francisco Pérez Bayer, se lo diera a aquel.

Aunque existen dos copias manuscritas del siglo XIX -una conservada en el Archivo Histórico Nacional y otra en la Biblioteca Pública de Nueva York-, Nicolás Bas no tiene duda alguna de que el original es el de la RAH: "La caligrafía le delata, es de la mano de Muñoz".

Que una copia llegara a Nueva York tiene que ver probablemente con que una parte de los manuscritos personales del ilustrado acabó en EE UU tras pasar por muchas manos. James Lenox, uno de los fundadores de la Biblioteca Pública de Nueva York, compró esos fondos en 1848. Esta circunstancia ayudó además a no olvidar al intelectual, porque muchos americanistas utilizarían los documentos del valenciano para sus investigaciones.