La recuperación del Códice Calixtino —robado hace un año de la Catedral de Santiago por el exelectricista de la seo— devuelve a la palestra los hurtos de los que han sido víctimas algunos objetos artísticos del país. Valencia no queda exenta de estos amigos de lo ajeno y museos de referencia como el de Bellas Artes San Pío V o instituciones como la Biblioteca Valenciana o el Archivo del Reino también fueron en su momento objeto de deseo para estos ladrones del patrimonio artístico.

Cerámica y documentos de S. Pío V

A finales de 2001, el Museo de Bellas Artes San Pío V de Valencia fue víctima de un hurto: a plena luz del día y con toda naturalidad actuó entonces el ladrón que sustrajo un bol de cerámica china de la dinastía Song (del siglo XII). La pieza fue sustraída en torno a mitad de la celebración de la exposición, aunque no fue hasta el momento de su desmontaje cuando los técnicos enviados por la fundación La Caixa —patrocinadora de la muestra— y el Museo Guimet de París —propietario de la colección— se dieron cuenta de su desaparición. La vitrina que guardaba la pieza fue sellada tras el hurto para que nada se notara. La pieza estaba asegurada por algo más de 300.000 euros, lo que la convirtió en la pieza más cara nunca robada en un museo valenciano. Finalmente, se dio por perdido y el caso cerrado sin culpables. No fue este el único caso de la pinacoteca valenciana: en 1998 desapareció un valiosos pergamino del siglo XV de Ausiàs March, perteneciente al Archivo del Reino.

El Sorolla del Museo Benlliure

El caso del Sorolla sustraído de la Casa Museo Benlliure fue uno de los más recientes. En 2010, El santero de la cofradía, un óleo de pequeñas dimensiones que Sorolla regaló a Benlliure y que se exponía en la planta baja del museo desaparecía sin que nadie se hubiera percatado de su ausencia hasta varios días después. Las pesquisas de la Policía acabaron con la recuperación de la obra un año después. Una escritora con trastornos psiquiátricos, que fue condenada a siete meses de cárcel, fue la responsable de este hurto «por justicia poética», según sus propias palabras. La ladrona explicó que fue un acto por «despecho» después de ser estafada en el Rastro de Valencia, donde compró cinco cuadros firmados, supuestamente, por Joaquín Sorolla, Ramón Casas, Ignacio Pinazo y Cecilio Pla y por los que pagó 19.000 euros.

Quijotes de la Biblioteca

Pero no sólo los museos han sido víctimas de hurtos y robos. Instituciones como la Biblioteca Valenciana copó también páginas de periódicos tras descubrirse en la primavera de 2008 que un empleado intentó sacar una edición del Quijote —en concreto un segundo tomo de la obra escrita por Miguel de Cervantes— impresa en el siglo XVIII. Después de eso, confesó que no era el único libro y que tenía en casa otros ejemplares cervantinos de valor histórico. Los devolvió y fue suspendido de empleo.

Un Cillero de las Atarazanas

Pero antes del Sorolla de la Casa Museo Benlliure, Valencia fue escenario de otro cuadro «desaparecido»». En 2002 se vio por última vez Súcubo, una obra de Andrés Cillero, expuesta entre otras obras del artistas en la sala valenciana. El cuadro, de tamaño medio, era propiedad del galerista Vicente García y contaba con un seguro de 3.000 euros. Seis meses después de su desaparición, se dio carpetazo a la investigación interna y el caso fue cerrado con sanción de apercibimiento para los subalternos que entonces estaban adscritos a las Atarazanas . A día de hoy, continúa en paradero desconocido.

Pergaminos en el Archivo

El Archivo del Reino de Valencia también saltó a las páginas de prensa en 1996 por el robo de casi 300 pergaminos realizado por un subalterno de la casa, que alegó su toxicomanía y adujo necesidades monetarias. Se recuperaron más de 220, que había vendido a anticuarios, bibliófilos y vendedores del rastro, pero más de cincuenta se perdieron.

El Beato de Liébana, en Valencia

Antes del Códice Calixtino, el robo en 1996 del manuscrito del Beato de Liébana del museo diocesano de la Seu d'Urgel, fue uno de los robos bibliográficos más importantes de España. La obra apareció en Valencia en un armario de la clínica de un neuropsiquiatra. Estaba «dormido», con una hoja arrancada y a la espera de emerger al mercado años después. Fueron detenidas un total de cinco personas y el citado psiquiatra fue condenado a un año de prisión.