El destino de Norma Jean Baker estaba escrito en las estrellas, las mismas de las que formó parte y lideró con su rubio platino en Hollywood. Su misteriosa muerte, un 5 de agosto de 1962, dejó su desaparición a la altura del mito que fue en vida. Su certificado de fallecimiento define su repentina muerte €a los 36 años€ como resultado de un «probable» suicidio por ingesta de barbitúricos. Aunque los signos de interrogación en el documento demuestran que las pesquisas policiales no terminaron de mostrarse convencidas con el cierre del caso. El cuerpo de la tentación rubia fue encontrado sin vida, en su cama y agarrando el teléfono con la mano. ¿A quién hubiera querido llamar el mito erótico? ¿Logró comunicarse con alguien antes de morir?

La infancia de Monroe no fue sencilla. Los primeros años de su vida estuvieron marcados por una familia desestructurada €nunca conoció a su padre y su madre sufría trastornos mentales€ que la llevó a pasar su infancia entre familias adoptivas y casa de acogida. Uno de los episodios más dramáticos de la actriz tuvo lugar cuando a los ocho años de edad llegó a ser víctima de abusos sexuales por parte de una amigo de la familia que en esos momentos la acogía.

Los hombres de su vida

La ausencia de una figura paterna marcaron profundamente a Marilyn Monroe. Tanto que fueron muchos los hombres con lo que se relacionó en busca de esa protección que nunca recibió en la infancia. El primero de los hombres de su vida fue un obrero aspirante a policía, James Dougherty. Con él se caso en 1942, cuando tan sólo contaba con 16 años. El joven vivía cerca de la casa de una amiga de la madre de Monroe, que por entonces vivía con ella. Cuando la familia de acogida de Monroe iba a mudarse, la joven pasaría a un orfanato. Entonces decidió casarse con Dougherty. La guerra y las aspiraciones de Marilyn de convertirse en una estrella del cine acabaron en divorcio tras cuatro años de matrimonio.

El héroe del equipo de béisbol de los Yankees Joe DiMaggio fue uno de los hombres que más amó a la actriz. El deportista sufría grandes ataques de celos ante la voluptuosidad de su esposa por el mundo y hasta quiso apartarla del espec­táculo. Tras su divorcio, seguían manteniendo una buena relación. Incluso tras la muerte de la actriz, DiMaggio enviaba flores a tres veces a la semana a la tumba de la actriz.

Tras el segundo desengaño, llegó Arthur Miller. El intelectual quiso llevar a su terreno a la actriz para despojarla de ese halo de frivolidad y de búsqueda de un marido millonario, que, incluso, en la gran pantalla se empeña en transmitir. Parecían felices, pero una aventura de la actriz con el actor Yves Montand desvelaba que el cuento seguía sin ser de hadas para la rubia. El matrimonio con el escritor ganador de un permio Pullitzer duró tres años.

Es imposible hablar de los amores de Marilyn sin mencionar al expresidente de los EE UU John Fitzgerald Kennedy. Su célebre y sensual interpretación del Happy bithday, con motivo del cumpleaños del mandatario estadounidense, es una de las imágenes que jamás se borrarán del imaginario colectivo sobre la artista. Hay quien especula que su muerte pudo estar relacionada con esta relación.

La maldición sobre la vida personal y emocional de la actriz no se vio reflejada en sus trabajos en la gran pantalla, donde la rubia ganaba popularidad a pasos agigantados. En apenas 13 años Monroe actuó en 29 películas que la convirtieron en mito. Muchas de ella empeñadas en mostrar a un Marilyn vulnerable o bien afanada en buscar un marido millonario. Niágara (1953), Los caballeros las prefieren rubias (1953), Cómo casarse con un millonario (1953), La tentación vive arriba (1955), El príncipe y la corista (1957), Con faldas y a lo loco (1957) o Vidas rebeldes (1961) son algunos de sus trabajos más reconocidos.

Pero esa imagen que daba en pantalla no satisfacía a la actriz. «Durante toda mi vida he hecho el papel de Marilyn Monroe. He intentado hacer lo mejor, y descubro que lo que estoy haciendo es una imitación de mí misma. ¡Deseo tanto hacer algo distinto!», llegó a decir entre lágrimas la actriz a Henry Hathaway, con el que había rodado Niágara.

Así, hace ya 50 años que Marilyn dejó de interpretarse a sí misma de la forma más trágica. Medio siglo en el que la muerte de la actriz continúa siendo un misterio y que cerró el círculo maldito de la vida del mito.