Si un día alguien en algún lugar compone un Diccionario de enfermos de cine, Antonio Domínguez (Valencia, 1956) aparecería, seguro, con una biografía amplia. La pasión adolescente por la magia de la sala oscura derivó pronto en algo más, porque a los 17 años redactó un Diccionario del cine italiano -un manuscrito perdido cuya historia aún le duele- y poco después empezó a colaborar con revistas, radios y festivales. Por citar, entre 1991 y 1995 coordinó los congresos de música de cine de la desaparecida Mostra de València.

Incluso comprobó cómo su afición podía dar beneficios económicos: a fuerza de grabar películas en televisión y alquilar otras por decenas en videoclubs confeccionó una completa base de datos que en 1992 vendió a la Sociedad de Autores (SGAE) -no es elegante hablar de dinero, pero con una sonrisa confiesa que pudo comprar su primer piso- y ese trabajo sirvió para que le contratara también Aisge (la entidad que gestiona los derechos de los actores).

Hasta aquí, los antecedentes. Antonio hoy es noticia porque su casa de Valencia es una de las mejores filmotecas privadas de Europa, si no la mejor. Contiene más de 7.500 títulos, que incluyen casi todo el cine europeo de 1945 a 1985 en versión original.

En cine italiano y francés, su catálogo es casi la Biblia -del italiano, precisa, solo le faltan 184 películas de entre 1950 y 1980, de las que no existen copias- e incluso instituciones (el Centro Experimental de Cinematografía de Italia), directores y actores recurren a él para localizar filmes perdidos. "¿Un ejemplo? Francisco Rabal. Me pidió algunas películas que no tenía, como Ciao cialtrone, de 1979, o Es barco a Cartagena, con Franco Nero, que no ha visto nadie. También el director Julio Questi me ha pedido algunas imposibles de localizar. Y así, varios", explica.

Toda la colección la ha reunido a partir del año 2000. Hay dos motivos, cuenta: por entonces se implanta la tecnología digital del DVD y se empiezan a comercializar aparatos de reproducción casera de cine que ofrecen mayor calidad y tamaño de pantalla. Y ahí es donde entra la importancia de los antecedentes, los contactos hechos. Para formar una colección como ésta, más que dinero, "se necesita un pasado de muchos años de investigación que te posiciona internacionalmente", afirma. Entre los 4.000 amigos en Facebook de Antonio hay gente como Liza Minnelli o Franco Nero. "No he calculado lo que he invertido. Un coleccionista no mira lo que gasta -añade-. Es un placer que compensa elegir la película que quiera y verla cuando quiera". "¿Mi seguro? No es nada astronómico", responde entre risas. "El mejor seguro es que no pueda entrar aquí nadie. Intento que todo esté blindado".

Tampoco ha pensado en lucrarse con su colección. "Nunca he cobrado por una copia y lo considero sagrado". Aunque sí que cree que debe haber alguna compensación -otra película, un caféÉ- porque la política del gratis total supone "despreciar el trabajo y una lenta condena a muerte de la cultura".

"Amo tanto el cine que soy incapaz de hacerlo"

Antonio Domínguez regenta una cafetería en Valencia (Vía Florencia) donde mata el gusanillo de su afición con proyecciones privadas para amigos y charlas de cine. Nunca le ha dado por dedicarse profesionalmente al celuloide. "Lo amo tanto que me considero incapaz hacer algo como aquello que admiro", explica.

Ha escrito libros (el primero en 1987 sobre Ennio Morriconne), ha creado alguna revista ("Música de cine", en 1990), pero se mantiene alejado de la Filmoteca de Valencia. "No me han dejado trabajar porque no tenía estudios", afirma. Y no esconde su dolor por el paradero de su "Diccionario del cine italiano", el manuscrito que realizó con 17 años y que regaló a Ricardo Muñoz Suay, el primer responsable de la Filmoteca, a la que da nombre. "No me lo han querido devolver, porque dicen que lleva el sello de la Generalitat. Espero que no se haya perdido. Por todo eso no quiero ir". Tiene un blog de reseñas de cine y desde hace un año escribe microrrelatos que publica digitalmente en Amazon: "Los doce signos del Zodiaco" (biografías de famosos por signo), "Los diez vicios" o "Filmorrelatos", una curoridad literaria en la que cada relato está construido con los títulos de todas las películas de un director.