La justificación para el abandono de la gestión pública del Teatre Talia de Valencia es, según la Generalitat Valenciana, el ahorro. Pero lo bien cierto es que en los últimos ocho años Teatres de la Generalitat, organismo encargado de ejecutar la política teatral de la Administración autonómica valenciana, ha desmarcado su colaboración en el sostenimiento, gestión y programación de seis espacios públicos, alguno de ellos incluso de su propiedad. Entonces eran tiempos de bonanza y no de crisis. Escenarios, además, que bien financió su rehabilitación e incluso eran o son de su propiedad.

Ése fue el caso de Espai Moma, el primero en caer, aunque rebautizado como l'Altre Espai. Fue rehabilitado, al mismo tiempo que Micalet y Talia, dentro de un plan de recuperación de espacios teatrales llevado a cabo por el último Gobierno socialista de la Generalitat. Fue en 2009 cuando, después de un índice de ocupación notable, un reconocimiento público y un uso final dedicado exclusivamente a la danza contemporánea, Teatres de la Generalitat, ya con Inmaculada Gil Lázaro al frente del organismo, cerraba la sala sin más. Los argumentos de entonces son un calco de los esgrimidos ahora desde Cultura en el caso del Talia.

A él le siguió el cierre de La Nau, espacio ubicado en el complejo de Altos Hornos de Sagunt y en cuya rehabilitación la Generalitat gastó cerca de 30 millones, de los que aún se debe más de la mitad. Allí se programaron durante un tiempo espectáculos de coste millonario -algunos llegaron a superar los 3 millones de euros-, cuyas producciones han quedado arrinconadas o nada se sabe de ellas. La Nau iba a ser el buque insignia de una megaciudad del teatro diseñada en época de Zaplana que iba a convertir a Sagunt en referente mundial. Sin embargo, ha sido un cementerio de millones.

La Nau fue utilizada brevemente como segundo espacio del festival Sagunt a Escena. Sin embargo, lleva más de dos años cerrada y sin uso, salvo la celebración de alguna misa o concierto pop.

Su San Martín también le llegó a la sala Micalet-concertada con Teatres-, que fue devuelta a sus propietarios, la Sociedad Coral el Micalet, y ahora funciona de forma privada con éxito y esfuerzo.

Pero más llamativa fue la reconversión de la sala Moratín, segundo espacio del edificio Rialto durante años, que primero fue reconvertida en simple sala de ensayos y después anexionada a la sala de proyecciones de la Filmoteca Valenciana.

El Principal de Alicante- titularidad del ayuntamiento de la ciudad y la CAM- tampoco se escapa del drama. En 2003 alcanzaba con la Generalitat un acuerdo de financiación de 75.000 euros al año. De momento, Cultura debe las anualidades correspondientes a 2010 y 2011, y para 2012 ya no hay nada.

La salida de la Generalitat del Teatre Talia es el último ejemplo de una política cultural que se ha cebado con el mundo teatral, plasmado en el recorte en las ayudas y festivales, el fin de colaboraciones con salas alternativas, la reconversión del Circuit Teatral que irradiaba las artes escénicas a las poblaciones valencianas y donde Castelló ha sido especialmente olvidada todos estos últimos años.