El cuarto festejo de la feria de novilladas de Algemesí celebrado ayer contó con la presencia de novillos del hierro de Guadaira. Un encierro cuyos astados compusieron un lote de muy seria presencia, muy bien armados y todos con cuajo de toros.

Un tío era el primero, al que le costó desplazarse. Muy gazapón, tendió a quedarse corto y medir mucho a su matador. El segundo, que parecía un toro de la Camarga, dio buen juego. Noble y franco en su embestir, repitió, tuvo fijeza y se dejó. Otro zambombo fue el tercero, que dio excelente juego. Bravo, repetidor y empleándose, tomó las telas con tanta fijeza como son y calidad. Y el que cerró plaza no se fajó en el caballo y en el tercio final fue y vino, aunque un tanto a su aire.

El valenciano Pascual Javier, quien este año ha actuado en plazas importantes como Sevilla, Madrid y Valencia, y quien reaparecía de su percance en Calasparra, anduvo toda la tarde tan firme como dispuesto. Tragó mucho ante su primero, al que aguantó parones sin pestañear en un trabajo de valor y buen fondo, rematado de una excelente estocada. Y aprovechó las bondades del cuarto para brillar con un toreo de sometimiento, ligazón y mano baja, en el que tuvo la virtud de poner la muleta por delante y embarcar a su oponente.

Por su parte, el madrileño Gómez del Pilar, a pesar de que se encuentra ocupando uno de los primeros puestos del escalafón, causó una deficiente impresión. Mostró oficio, eso sí, pero anduvo afligido y desconfiado en dos labores en las que tiró muchas líneas.