Anda el patio algo intrigado con ese holding cultural que prepara la Generalitat y denominado CulturArts, que, al parecer, aglutinará una parte de los organismos autónomos de la Administración autonómica y coordinará su funcionamiento.

El IVAM o Castelló Cultural... se salvan o se han descolgado. Unos dicen que, en el caso del IVAM, a Consuelo Ciscar no le gustaba; otros que arrastra un déficit tan grande que da miedo asumirlo „el de Teatres de la Generalitat es igual o peor„ y los últimos, que corrían peligro sus depósitos si el museo perdía autonomía.

Castelló Cultural es una isla que se mira de reojo. Mejor no tocar territorio amigo. Nadie se ha acordado de l´Espai d´Art Contemporani, ni del Principal de Castelló, ni de su auditorio. Y Alicante mejor dejarlo como está mientras no haga ruido ni pida más pan aunque con su coqueto auditorio bien podrían alternarse sinergias.

Objetivamente, y aunque el IVAM esté lejos de lo que fue, lo mejor era dejarlo como estaba. Son varios los motivos. CulturaArts, de momento y aunque tenga a Ernesto Moreno como supuesto cerebro, no se sabe a ciencia cierta qué es, para qué va a servir ni cómo se va a coordinar. Si se trata de crear una simple unidad administrativa significa retroceder a los tiempos del extinto Instituto Valenciano de las Artes Escénicas, Cinematográficas y Música (Ivaecm), aquellos en los que pusieron en marcha los organismos autónomos y proyectos que hoy se mantienen, salvo el Palau de les Arts y el Ballet de Teatres, y que se acabó desmontando porque no funcionaba orgánica ni artísticamente. Juntar el Instituto de la Música, los de restauración, Teatres, Cinematografía o el Palau de les Arts,todos ellos con autonomía jurídica propia, sin tocar sus leyes de creación es un riesgo de cierto calado.

En el caso del IVAM, meter mano en un museo y administrarlo como un organismo vinculado a las artes escénicas no tenía mucho sentido. El IVAM no deja de ser, en su espíritu, un instituto de investigación artística y es, al mismo tiempo, museo y sala de exposiciones.

Igual que el Museo San Pío V «no cabe» en esa unidad de gestión tampoco el IVAM y menos el Consorcio de Museos, que genera competencia con IVAM y San Pío V y cuya ley tropieza con la de Régimen Local ya que tiene demasiadas instituciones implicadas. Pero debería de serlo si se trata de ahorrar costes y poner orden. Al menos deberían trabajar de forma coordinada.

Por eso cuesta entender el lío que puede formar este proyecto que algunos entienden como vía de escape para aplicar ERES y aligerar cargas de personal en los organismos referidos o mantener una única política de comunicación que desde hace mucho tiempo se echa en falta. Porque entrar en asuntos presupuestarios, económicos y de cooperación se presume complicado

Tampoco se entiende por qué no entran esas fundaciones fantasma sin objetivos a corto ni largo plazo pero que mantienen en nómina a familiares de postín. Las mismas que hace años la Generalitat intentó adscribir a los organismos autónomos y no pudo por los mismos problemas jurídicos que pueden hacer colisionar al holding.

A estas alturas de la película, y con Lola Johnson en el alambre, da cierto respeto imaginar cómo se van a poner de acuerdo unos organismos cuyas sinergias apenas son compatibles ni comparables, salvo las referidas en algún extremo a Teatres de la Generalitat y el Palau de les Arts o a éste último con el Instituto de la Música. Pero hasta sus propias estructuras, naturalezas jurídicas y objetivos poco tienen que ver entre sí: organismos autónomos, por ejemplo, frente fundaciones en la que figuran implicadas varias conselleries.

Sin embargo, lo más importante es saber quién estará en la cima del ese holding intentando poner orden cuando entre los propios organismos ha existido siempre poca comunicación y cierta competencia. Quizás, creen algunos, pueda enmascarar simplemente la creación de nuevos cargos.

Tampoco parece haberse pensado mucho en los egos. Si después de tantos años de rodaje aún no se han aclarado Palau de la Música y Les Arts y su relación es casi inexistente sólo hay que imaginar lo que costará poner de acuerdo a media docena de organismos independientes.

A lo mejor, antes de un nuevo experimento vendría mejor una primera purga de gestores que, eso sí, ya nos han dejado la parcela cultural hipotecada por muchos, muchos años sin que nadie les haya pedido aún responsabilidades por su gestión.

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