Dos genios y un prodigio

Sociedad Filarmónica

Palau de la música

Trío Parnassus. Obras de Haydn, Korngold y Schubert. 19 de noviembre.

Hace seis años, el Trío Parnassus maravilló en la Rodrigo. Ahora lo ha traído la Filarmónica, y su actuación aún ha sido más deleitosa. Incluso el timbre de la violinista Yamei Yu ha perdido aquel punto hiriente al que mucho costó acostumbrar el oído. El empaste del conjunto, completado por la elocuencia de fraseo y la riqueza tímbrica de Chia Chou al piano y por la nobilísima sonoridad que Michael Gross extrae de su violonchelo, roza actualmente lo ideal.

El programa giró esta vez en torno a una ciudad, Viena, y lo integraron obras de dos genios flanqueando a un prodigio. Fue tal Erich Korngold (1897-1957), perseguido por los nazis como representante de lo que ellos llamaban «arte degenerado» pero que luego hizo fortuna como compositor de bandas sonoras en Hollywood. Mucho antes, en 1909, ¡a los doce años de edad!, su Opus 1 dejó estupefactos a figuras como Mahler o Schönberg. Hoy en día sigue produciendo el mismo efecto, más aún en versiones como esta del Parnassus. El Scherzo se movió con insuperable soltura y el Allegro conclusivo no pudo resultar más divertido, pero nada como la tensión constantemente mantenida en el Larghetto.

Antes, el Hob. XV:29 de Haydn había gustado también mucho, aunque no tantísimo por la excesiva velocidad a la que discurrieron los movimientos extremos. Pese a la observancia de todas las repeticiones (algo que, por desgracia, casi no se repetiría en el resto de la velada), menos de siete minutos para el Poco allegretto inicial es poquísimo. En el Finale, sólo los acordes con que arranca el segundo tema se relajaron hasta dar con el tempo que debería haber tenido todo el movimiento.

Ocupó toda la segunda parte el que bien podría llamarse el Grande de Schubert, su Op. 100. En el Andante, para los cinéfilos siempre asociado al rostro de Marisa Berenson en Barry Lindon, tal vez se habría podido desear un mayor contraste con los pasajes valle, pero por muy poco los momentos más cálidos no fueron literalmente abrasadores, lo mismo que la reaparición recurrente de ese tema en el final. En una palabra: formidable.