Decepcionante Debussy

música crítica

Alfredo Brotonsvalencia

Obras de Messiaen, Chausson y Debussy.

Palau de la Música (valencia)

Waltraut Meier (mezzosoprano) y Orquestra de València. Director: Yaron Traub.

Ocuparon la segunda parte de este hermoso programa francés dos de las obras de Debussy más justamente valoradas como imprescindibles en la historia de la música. La decepción que produjeron las interpretaciones fue proporcional a las altas expectativas despertadas en una primera parte de contenido no tan popular pero también cargado de sumo interés.

Lo tienen Las ofrendas olvidadas, compuestas por Olivier Messiaen en 1930, a sus veintidós años de edad. Los conocedores del resto de su catálogo encuentran en este fruto primerizo gérmenes abundantes de lo por venir, y en los demás despierta la curiosidad propia de lo a la vez sincero, pensado y sentido, todo ello con una profundidad que en esta versión tuvieron sobre todo las delicadas secciones extremas.

En el casi podría decirse que desvergonzadamente wagneriano Poema del amor y del mar, Yaron Traub acertó igualmente a crear con pinceladas sonoras de grueso trazo la vaporosa atmósfera evocada con pareja morbidez por los poemas de Maurice Bouchor y la música de Ernest Chausson.

Más mezzosoprano que nunca seguramente por el resfriado con que se anunció que actuaba, Waltraut Meier cantó con oportunas alternancia y dosificación de la efusividad dramática y la contemplación lírica.

En el preludio a La siesta de un fauno, las cosas comenzaron a torcerse muy pronto, de modo grave ya a partir de la desajustada reanudación tras el silencio en el sexto compás. Paradójicamente, la precisión en la ejecución sólo comenzó a ser aceptable en la segunda sección del desarrollo, en coincidencia con el abandono de las subdivisiones con las que la batuta sofocaba pertinaz el fluir del discurso.

Similar rigidez rítmica, más expresionista que impresionista y desde luego que nada impresionante, lastró los dos cuadros iniciales de El mar, el primero de ellos, además, iniciado con una morosidad excesiva para el nivel de tensión sonora que se habría debido crear. Sólo en el Diálogo final y en el Claro de luna ofrecido como propina se atisbó algo de la ligereza y transparencia deseadas.

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