Riccardo Chailly

"El mundo musical está en peligro y tenemos una responsabilidad con dos generaciones"

El director italiano Riccardo Chailly, ayer, durante un momento de la entrevista.

El director italiano Riccardo Chailly, ayer, durante un momento de la entrevista. / fernando bustamante

J. R. Seguí

¡Viene Chailly! Y, después de una larga espera ya está aquí, aunque como director invitado a "La Bohème" y no como titular artístico de Les Arts, como se le esperaba hace un tiempo.

Pero con un proyecto formidable. Lástima que el año pasado, por problemas de salud, tuviera que cancelar seis meses de mi actividad para dedicarme a la salud y no pudiera dirigir en Valencia. Está siendo un placer trabajar con la orquesta de Les Arts y con el Cor. Llevamos dos semanas haciendo un trabajo intenso sobre Puccini.

Sin embargo, antes le esperábamos con un contrato de cuatro años que al final no se firmó.

Todo eso fue un asunto muy ligado a los medios de comunicación. Estuvimos hablando sobre la hipótesis de una colaboración sinfónica y operística, pero siempre sin dejar mi trabajo en la Gewandhaus de Leipzig con la que tengo un proyecto a largo plazo. Llevo con ellos ocho años, hemos de cumplir quince y ya estamos pensando en continuar. La actividad del director invitado permite cierta libertad profesional independientemente del trabajo cotidiano. En estos años he desarrollado residencias con Viena, París y Londres y todo eso quita tiempo. Un actividad alternativa como director invitado necesita tiempo, mucho tiempo.

Ya que habla de la falta de tiempo, con la agenda tan apretada y metido siempre en ensayos, no creo que aún así haya perdido la perspectiva de que el mundo está cambiando a una velocidad de vértigo.

Diría que más que cambiando, desarrollándose. Déjeme que le diga que la sensación que tengo es más bien de susto en torno al mundo de la cultura.

¿A qué se refiere?

A la situación actual, no sólo en España sino en Italia o Alemania. Cuando tienes un edificio de la belleza e importancia del Palau de les Arts, que ha vivido siete años muy importantes y ha alcanzado una referencia internacional, es impensable que no se tenga una idea política y financiera para mantener su línea creativa y artística en el mismo nivel. No veo la proyección de esa idea. Si una ciudad desea un edificio como éste ha de tener la voluntad política y financiera para seguir dándole vida y proyección. Se puede limitar, pero nunca matar una realidad cultural.

En España siempre ha existido un exceso de intromisión política en la parcela cultural y casi nada suele quedar estabilizado.

Pero también ambas se pueden cruzar muy bien. En Leipzig, donde la crisis también se vive, existe una gran comunión entre el poder político, la orquesta y la ciudad. Existe una total implicación.

¿Hacia dónde cree que se dirige su mundo, en estos momentos de tanta incertidumbre, reajustes, cierres, recortes...?

El mundo musical está en peligro, pero no para mí como individuo. Todos tenemos una responsabilidad generacional con el futuro. Como mínimo, tenemos una responsabilidad sobre dos generaciones.

¿No cree que el hecho de que las instituciones recorten sus presupuestos y tiendan a gestionar los teatros en función de las recaudaciones va a suponer que la música o la ópera vuelvan a ser sólo para las élites?

La ópera y la música es para todo el mundo. El gasto de un teatro público tiene que ser responsabilidad de las instituciones que lo administran y el coste de sus entradas debe estar relacionado con la sociedad que lo acoge. Los teatros son para todos. La ópera ha de ser accesible para todos. No hay que caer en el error de que para solucionar los problemas económicos haya que subir los precios porque es algo que va en contra de la propia sociedad y además la divide.

¿Como músico diría que ya está donde quiso estar?

Sí. En mi vida he tenido una suerte maravillosa. Estoy donde deseaba, satisfecho de mi vida. Mis años en la Orquesta Real del Concertgebouw de Amsterdam fueron de gran creatividad y ahora en la Gewandhaus es una responsabilidad actual y para las nuevas generaciones.

En sólo un par de años grababa las sinfonías de Beethoven. Y entre manos tiene la integral de Mahler y de Bach, y un trabajo en homenaje a Verdi. ¿Son asignaturas que hay que superar para continuar ahí?

Si tienes algo que decir sí. No es el techo, pero sí un reto profesional. Hace veinte años me sugirieron grabar la Integral de Beethoven y dije que no estaba todavía preparado, que necesitaba formarme todavía más. Lo que ahora he hecho creo que tiene una idea interpretativa clara, un sentido.

Y en su caso, algunos han sugerido también su deseo por querer dejar clara una personalidad en la propia grabación y en los tiempos.

En cuanto a la ejecución seguramente sí, pero no en cuanto a los tiempos porque los marca el metrónomo. Nunca se trata de buscar la originalidad o de ser diferente. Eso no me interesa. Me interesa la fidelidad a lo que ha escrito el autor. En el caso de la Integral de Beethoven, el trabajo ha sido un virtuosismo colectivo, un reflejo natural del trabajo cotidiano.

Aún así, siempre insiste en que si hay algo que verdaderamente marca su carrera es el siglo XX.

La música de las vanguardias siempre ha sido un elemento muy presente en mi vida. Mi padre era compositor y aún le recuerdo componiendo por la noche. La música contemporánea es un elemento cotidiano en mi vida. Por eso no puedo pensar en la música clásica sin asociarla al siglo XX.

¿Se ve algún día dirigiendo la Scala?

Llevo dirigiendo en ella cada año desde hace treinta.

No sea tan diplomático. Para un músico milanés dirigir su principal teatro y una referencia mundial debe de ser un objetivo.

(Ríe). Ahora hay un gran director artístico. Bueno, en serio, es algo a pensar muy seriamente y no ahora. Trabajo muy bien allí y el año que viene haré un programa Verdi. Pero la Scala es ahora algo supeditado a mi trabajo actual. Voy a la Scala cada año con la Filarmónica y también Puccini ha sido siempre un puente entre el teatro y yo. No hay secretos entre nosotros. Trabajo cuando puedo en la Scala. Pero ahora no tengo tiempo.

¿Qué tiene de diferente su "Bohème"?

Una gran fidelidad a la partitura. Puccini es una escuela ideal para estudiar.

¿Hay que ponerse siempre en el papel del compositor o permitirse la licencia de tener cierta libertad interpretativa?

El director de orquesta ha de ser siempre un compositor. Mi padre decía que un músico nunca sería capaz de una fiel interpretación si antes no había experimentado como compositor. Pero ese es sólo el primer paso. El segundo es llevar la experiencia del conservatorio a una partitura. En ese aspecto, La Bohème es un riesgo colectivo.

¿Por qué?

Porque es virtuosismo orquestal, dificultad rítmica para todos y el segundo acto es un riesgo colectivo mayor porque todo se junta. Su estructura es formidable para un músico.

Los cantantes se quejan de que los teatros los consideran a los cuarenta años viejos o que los directores escénicos aplican su tiranía. ¿Mejor la tradición?

Lo segundo que ha dicho es muy justo. Pero no estoy de acuerdo con lo primero. Cuando uno es genio vocal permanece hasta el último día de su vida y no importa su belleza, ni su edad. Pero sí es cierta esa tiranía escénica contra la partitura. En este Bohème hemos hablado mucho para crear un espectáculo muy teatral, muy romántico, lleno de sentimiento pero sin sentimentalismo. Yo le digo a la orquesta: "Tocad eso pero sin miel y con la convicción de que estamos ante una gran página dramática".

¿Es buen espectador?

Cuando puedo sí porque se aprende mucho escuchando a los otros y nunca se sabe lo que harán. Esa es la magia de la música en vivo: Un descubrimiento cotidiano. ¿Y sabe también por qué me gusta mucho? Porque veo a los demás sudar mientras yo estoy bien vestido sentado. (ríe)

Pero debe de ser muy crítico y no creo que un director pueda llegar a disfrutar como un espectador más.

Por supuesto. Y eso es horrible. Eso es lo malo, porque un director tiene un idea interpretativa y no es justo, nunca es justo. Por ello hay que saber dejar siempre un espacio entre tu conciencia y la libertad de los otros.

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