¿Qué representa en su carrera esta su primera «Bohème»?

Siento que es mi debut en Liga de Campeones. He hecho cosas importantes, pero siento que he empezado un escalón nuevo en mi carrera. Surgió de improviso, por una sustitución, y estoy feliz. Trabajar en casa es un regalo.

¿A Riccardo Chailly, cómo lo definiría?

Uno de los grandes directores de hoy en día y se nota al trabajar. Es amable y carismático, pero no es de los que impone con mal genio. Muy elegante. Puede tener un momento de saturación, pero luego pide excusas. En la orquesta están encantados.

¿El director ha de ser tirano?

Yo prefiero que no [ríe], pero es el que une todos los cabos del montaje y el que más responsabilidad tiene. ¿Tiranos? Un poco sí.

¿La crisis abre puertas a los cantantes jóvenes, ya que los teatros buscan repartos más económicos?

Sí. Los jóvenes con proyección siempre han cantado, pero los teatros ahora prefieren repartos más jóvenes, porque el gasto es menor. Los cachés de antes han pasado a la historia. A mí también me parecen vergonzosos cuando hay gente sin trabajo. Pero hay que tener en cuenta que el cantante sacrifica su vida para hacer esto. Es verdad, hay más posibilidades para los jóvenes, pero hay que estar preparado. Si no, he visto pasarlo mal en el escenario.

Sabe lo que es cantar en bodas y celebraciones. ¿Forja saber lo que cuesta ganar cien euros o lo lleva como una lacra?

Claro que forja. He hecho muchísimas bodas. Ahora ya no, pero creo que ha sido imprescindible en mi vida, porque era un dinero en un momento que tenía que gastar mucho en estudiar. Y además te curte: cada vez que cantas delante de público te haces más fuerte.

¿Cómo explicaría a un parado que hemos de dedicar parte de nuestros impuestos a sostener un espectáculo para unos pocos?

Davide Livermore [el director de escena] dice que tenemos que conservar esto porque es la única manera que tiene la gente de apreciar la belleza. Y estoy de acuerdo. No veo nada de interés en la televisión; huyo, están intentando darnos la basura más grande para que no nos demos cuenta del desastre que hay detrás. La ópera da trabajo además a mucha gente. Sí que debería ser más asequible, pero eso no sé bien de qué depende.

¿Se ha marcado un plazo para llegar a ser una diva?

No es mi objetivo. La palabra se utiliza de manera incorrecta para definir a alguien repelente. Una diva es Maria Callas, que marcaba tendencia y tenía algo que no se ve. Mi finalidad no es eso, sino crecer cada día e intentar transmitir emociones a través de los personajes.

¿Pero quedan divos?

Sí. Angela Gheorghiu, Roberto Alagna, Anna Netrebko o Ainhoa Arteta lo son, porque han conseguido ser conocidos por el gran público a partir de un mundo reducido como el de la ópera.

¿Qué hacemos con Les Arts, mucho buque para poca carga?

Me parece un teatro maravilloso, por las instalaciones y el modo de trabajar. Sería una pena que sufriera lo que parece que tiene que sufrir. Sí, hay tres auditorios, ¿se deberían haber hecho menos? Quizá se deberían programar otras cosas o dejar que compañías y músicos las aprovechen.

¿Cantaría boca abajo por exigencia del director de escena?

Todo lo que esté justificado lo probaría. Hay puestas en escena en las que se ven desnudos por llamar la atención, y eso no me gusta. Pero si el director tiene una razón para que cante boca abajo y la argumenta, lo intentaría.

¿Cuál es su sueño?

Estoy centrándome en un repertorio que, por mi edad, pueda ser beneficioso para mi salud vocal. No quiero luchar todavía contra grandes orquestas. Me siento bien cantando coloratura y en la zona centro de la voz. Con el tiempo me da la sensación de que mi voz irá ensanchando. Mi sueño ya lo estoy viviendo.