Benicàssim

El FIB pasa el ecuador con optimismo

Dizzee Rascal y Beady Eye dejaron listo de madrugada el escenario a los escoceses Primal Scream

enrique ballester | benicàssim

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Rodea a la presente edición del Festival Internacional de Benicàssim (FIB), que anoche cruzó el ecuador con Dizzee Rascal y Beady Eye como reclamos de peso —además de Primal Scream, claro—, una extraña sensación de examen continuo. Es una de las secuelas lógicas del terremoto que supuso la alarma de suspensión de las últimas semanas, secuencia final del progreso de incertidumbre iniciado con la adopción del concurso de acreedores. Casi de repente, lo que se pensaba firme tras casi dos décadas de éxitos se convirtió en ejemplo de inestabilidad, y pese a los esfuerzos de la organización por generar confianza, era palpable que la decimonovena no iba a ser una edición más.

En la víspera, el FIB celebraba seguir vivo, a la espera de que el cambio de propietarios reactive su maquinaria. Y en el análisis de bandas, precios, infraestructuras y perfil del público asistente, si antaño es posible que se le consintiera todo, ahora es probable que se le cuestione, por inercia simple y como si tuviera todo por demostrar, la mayoría.

En ese sentido, resulta reveladora la opinión del que descubre el festival sin vicios en la retina. Raúl tiene 15 años y el del 2013 es su primer FIB. Lógicamente no entiende de crisis, lo gozó con Queens of the Stone Age y sólo lamenta tener que llevar la inscripción «Especial» en su pulsera, que le impide comprar alcohol en las barras. Raúl es ejemplo de una de las virtudes identitarias del festival, su ilimitada capacidad para captar nuevo público.

Incluso en el año de la incertidumbre, el recinto ha conseguido reunir a 30.000 personas. Muchas menos que hace dos años, cuando se alcanzó el récord de 50.000, pero en la onda de un lustro atrás. Para explicar ese colchón salvavidas se une, por ejemplo, el del treintañero sevillano Ángel, cuya motivación para asistir fue la franja guitarrera que formaron Toundra, And So I Watch You From Afar y los mentados Queens. Y, sobre todo, pandillas como la de Adam, de Bristol, que eligen Benicàssim para celebrar su paso del instituto a la universidad.

En el FIB, pronto llegó el momento en el que se sacrificó la pureza original y se apostó por la apertura de estilos y miras. Esa heterogeneidad se reflejó en el público y, a la hora de la crisis, le ha servido para tener donde agarrarse y, de momento, evitar la caída.

Hoy se espera sobre todo el regreso de los británicos Arctic Monkeys, más maduros que en 2007, cuando latía cercana su explosión adolescente.

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