Para la clausura de la quinta edición del Festival de Música de Cámara de Godella, su director Joan Enric Lluna convocó a un grupo de compañeros y amigos de la orquesta de Les Arts, en la que él ocupa el primer atril de clarinete, y de su grupo Moonwinds. Interpretaron un programa variado y en parte no anunciado (mala costumbre que en el futuro debería corregirse). Tanto y tan bueno hubo, que mucho se quedará inevitablemente en el tintero.

La primera parte, más solística, la inició Julia Hu, de la que por Radio Macuto se supo que la aquejaba cierta indisposición física. Menos mal, podría llegar a decirse en su favor, porque si encontrándose mal es capaz de tocar así la tercera de las Suites para violonchelo solo de Bach, ¿qué no será cuando esté en plenitud de condiciones?

El violonchelista Rafal Jezierski y el pianista Carles Marín en un Op. 3 de Chopin con dosis parejas de nobleza y sensibilidad gustaron sobremanera, así como el violinista Goga Dimchervsky y de nuevo Marín en la Navarra de Sarasate. La gran sensación de esa primera parte y casi de la velada fue sin embargo el en diversos sentidos gran flautista Álvaro Octavio, que junto a Juan Carlos Garvayo tocó y bailó primero una pieza jazística de Bonneau y luego Los pájaros perdidos de Piazzola.

Tras el descanso, la primera gratísima sorpresa fue comprobar la buena mano de Lluna en el arreglo para conjunto de la Tarantela de Saint-Saëns (original para flauta, clarinete y piano) y de una Escena andaluza de Turina en la que la viola solista fue sustituida por el clarinete mientras se mantenían el piano y el cuarteto de cuerdas. Finalmente, música del uruguayo Miguel del Águila (Montevideo, 1957), que reinterpreta el tango y otras danzas populares sudamericanas desde un planteamiento clásico a la vez distinto pero no contradictorio con el de Piazzola. Músicos de formidable calidad técnica encontraron, desde luego, la belleza en la variedad.