Román triunfa a pesar del palco

El mexicano Armillita apunta detalles de interés y Martín Escudero buen aire ante un cuajado aunque desigual encierro de Daniel Ruiz

El novillero valenciano Román se sobrepuso a tres cogidas.

El novillero valenciano Román se sobrepuso a tres cogidas. / efe/FÖrsterling

Gregorio Corrochano, en una celebre crónica publicada el 28 de mayo de 1925 con motivo del debut en Madrid del Niño de la Palma y bajo el título Es de Ronda y se llama Cayetano, aseguraba: "La presentación de un torero siempre tiene interés. ¿Quién es? ¿Qué sabe hacer? A dónde llegará? La curiosidad esta justificada por la necesidad. Hace falta un torero joven que venga a poner en marcha el toreo".

Algo así se podía predicar del comienzo la feria de San Jaime, con el anuncio de una novillada con atractivos para el aficionado.

Los astados de Daniel Ruiz estuvieron bien presentados. Con el cuajo suficiente aunque algo destartalados, su juego estuvo presidido por la falta de raza, a excepción del bravo cuarto y del quinto, que quiso más que pudo.

Encabezaba la terna el valenciano Román, quien puso de manifiesto su más que evidente progresión. El rubio coletudo liceísta de Benimaclet se sobrepuso a tres volteretas. Sincero, firme, puesto y pisando terrenos de compromiso, sobresalió en el cuarto de la tarde por su toreo de ligazón, templanza, sometimiento y mano baja. El palco le negó una oreja y una merecida puerta grande.

Martín Escudero, espada emparentado con Adolfo y Victorino Martín, hizo gala de compostura y buen corte, pero sus faenas no acabaron de tomar vuelo.

Y se presentó con picadores el mexicano Fermín Espinosa Armillita, miembro de una ensolerada dinastía torera. Se mostró muy nuevo, aunque apuntó retazos de interés y un estilo muy propio de los espadas de su tierra. Quizá no tenga ingenio creador de Pepe Ortiz, pero se le vio el sentido del temple de Chucho Solórzano; carece del dramatismo de Lorenzo Garza, pero no tanto de la regularidad y la sabiduría de su abuelo; está más en la línea de la elegancia de Rodolfo Gaona que del poder de Silverio Pérez; más cerca del duende temperamental de Luis Procuna que de la casta tenaz de Rafael Rodríguez y tiene el gusto del malogrado Alberto Balderas. Habrá que seguirle.

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