Premio a la entrega de Padilla
El jerezano cortó dos orejas, una de ellas protestada, tras dos labores sobradas de recursos y sincera disposición y se niega a salir a hombros Fandiño se lleva otro trofeo y Finito pasa de puntillas ante un noble y desrazado encierro de Las Ramblas
Enrique Amat valencia
Que no vaya la gente a las plazas es algo que, en el marco de la crisis que la sociedad está viviendo, resulta tan lógico como comprensible. Y hay otros que hablan que si el calor, que si la playa, que si tal y cual circunstancia para justificar la ausencia de espectadores a la plaza en general, y la crisis de la feria de Julio en particular.
No obstante, siempre ha hecho calor en julio, y siempre ha habido playas, tanto aquí como en otras ciudades. Pero algunas de ellas han visto incrementado el número de sus festejos, a pesar de ello. Con todo, parece que la situación sigue influyendo a la hora de que el público se rasque el bolsillo. O igual se lo rasca y encuentra poco. O nada.
Y, si hay que rascarse el bolsillo, uno se espera a hacerlo para presenciar un espectáculo de calidad. De lujo. Distinto y motivador. Ahí sí que la gente está dispuesta a echar el resto. Y ese es el reto para la taurología militante: reinventarse, y pensar en adecuar los nuevos planteamientos a la situación que se está sufriendo.
Ayer, en la primera corrida del abono, los toros albaceteños de Las Ramblas, propiedad de Daniel Martínez, estuvieron desigualmente presentados. Con más lustre que alzada, variados en sus pelajes y destartalados de cabezas, su juego estuvo presidido por la nobleza y la alarmante falta de casta y raza. Y no dieron al traste con el festejo porque dos de los componentes de la terna pusieron todo de su parte para sacar agua de un pozo que se antojaba seco.
El que abrió plaza, escaso de cuajo y delanterito de cuerna, fue tan noblón como aborregado. El segundo, negro salpicado, resultó corretón, manso y huido y se defendió. El castaño tercero también dio un juego aborregado, bondadoso y ayuno de casta. En cuarto lugar se lidió un toro castaño, con más cuajo, al que masacraron en el caballo y se aplomó pronto. El grandón y colorado quinto se salió suelto en varas y llegó a la muleta rajado y con un descompuesto cabeceo, y el cierra plaza, desentendido y con la cara por las nubes, no dio opciones.
Encabezaba la terna Finito de Córdoba. Un torero de quien más de uno se pregunta cuáles son sus motivaciones para seguir en los ruedos. Ayer ni estuvo, ni se le esperaba. Y así, anduvo con empacado despego ante su primero y tiró líneas con el cuarto, al que dejó masacrar en varas y con el que su cuadrilla dio un mitin.
Padilla sigue disfrutando del privilegio de estar en las ferias, matando buenas corridas y contando con el cariño y el respeto de los aficionados, lo que él agradece con tanta disposición como entrega. Dio largas de rodillas, banderilleó con exposición y buscó las vueltas a sus dos oponentes con profesionalidad, oficio y muchos arrestos. El público se lo agradeció, y el presidente todavía más.
Iván Fandiño, al que la empresa acertó al darle la sustitución de El Cordobés, sigue estando, a pesar de las reticencias de ciertos sectores del taurineo, en todas las ferias, justificando su inclusión. Exprimió a su primero en las distancias cortas, con firmeza, temple y vibración, dejando la muleta puesta. Las manoletinas del epílogo, ajustadas y emotivas, precedieron a una buena estocada. Y no tuvo opciones con el sexto.
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