Carmen Díez de Rivera vivió una tragedia que nunca superó al conocer que el hombre con el que se iba a casar era su hermanastro. No pudo perdonar a su madre, asegura la periodista y escritora Nieves Herrero, quien acaba de publicar su primera novela histórica: Lo que escondían sus ojos. En el libro desempolva el amor adúltero de Ramón Serrano Súñer, cuñado de Francisco Franco, con la guapísima marquesa de Llanzol, Sonsoles de Icaza. De esta pasión nació la bastarda Carmen. Fue el final de la carrera política del cuñadísimo. Corría el año 1942. Herrero atiende en exclusiva a Levante-EMV en una jornada maratoniana que comienza de camino al Hospital Quirón de la capital. Su marido sufre un cólico nefrítico, pero no se deja amilanar. "Este libro me da la vida", proclama. No pierde la dulzura ni al rememorar uno de los capítulos más amargos de su vida: el programa de 1993 sobre el crimen de Alcàsser que suscitó un duro debate sobre los límites de la ética periodística. "Fue un error", se sincera.

¿Qué escondían los ojos de la marquesa de Llanzol?

Un gran secreto y un misterio que cambió su vida. Sonsoles de Icaza, marquesa de Llanzol, estaba casada con un héroe de guerra que era además un aristócrata. Lo tenía todo en su vida y al conocer a Serrano Súñer, seis veces ministro y cuñado de Franco, su vida se volvió del revés. Se enamoraron en 1940 y rompió él en 1955.

¿Fue entonces víctima de un amor irracional?

Al principio sí, pero luego fue un amor consolidado hasta que en 1942 nació la hija ilegítima de ambos: Carmen Díez de Rivera.

A pesar de querer esconder este misterio, ¿era el amor de la marquesa y de Serrano Súñer un secreto a voces?

Cuando nació Carmen se descubrió todo. Fue un escándalo que se propagaba por los círculos más selectos de la sociedad del momento. Acababa de terminar la Guerra Civil española y la gente que lo sabía lo tapaba, miraba hacia otro lado. La prensa no sabía nada y tampoco lo podría haber divulgado por la censura. Fue algo parecido a lo de Isabel Preysler y Miguel Boyer muchos años después. Desde luego, de haber sucedido ahora, el amor adúltero de la marquesa y Serrano Súñer habría llenado horas de Sálvame y páginas de prensa del corazón.

¿Cómo es posible que la única ajena fuese precisamente la hija nacida de ese amor?

Fue horrible para Carmen. Nunca se lo perdonó a su madre. Carmen se refería a su madre como a Cruella de Vil. Yo he suavizado un poco la imagen de la marquesa.

¿Por qué?

En Carmen había mucho resentimiento. Sonsoles, la hermana mayor, reconoce que su madre era muy egoistona, pero porque era fruto de aquella época. Era una mujer bellísima a la que vestía Balenciaga, muy inteligente e intelectual.

Pero es que Carmen llegó a enamorarse de su hermanastro Ramón Serrano Polo.

Por eso nunca se lo perdonó a su madre, a la que veía como una pecadora. Carmen y Ramón eran amigos desde pequeños y compañeros de juego de la adolescencia.

¿Por qué no pararon las familias ese amor que veían que surgía entre los dos hermanos?

Pensaban que eran cosas de niños. Sólo cuando pidieron los papeles para casarse se dieron cuenta de lo que se avecinaba. Carmen, la tía de Carmen, junto a un monje dominico, fue la encargada de decirle a su sobrina que no podía casarse con el amor de su vida porque era su hermano.

¡Menudo panorama!

A Carmen se le cayó el mundo encima y nunca más se recuperó. La relación con su madre se fue distanciando hasta el punto de que la marquesa la llegó a echar de casa.

¿Qué pasó con Ramón Serrano Polo?

Se casó con la hermana de la mejor amiga de Carmen, quien además se parecía mucho a ella.

¿Recibió algún reproche Serrano Súñer de su esposa, Zita, la hermana de Carmen Polo?

Nunca. Zita y el marqués de Llanzol son otros dos grandes protagonistas de mi novela. Son personajes que prefirieron mirar hacia otro lado y no hacer reproches. Demostraron grandeza y capacidad de perdón. Zita era muy religiosa y siempre se mantuvo al lado de su marido. El marqués aguantó todas las bromas de la época. Vivían en la calle Serrano para más cachondeo. Él era un gran padre y muy tierno. Carmen siempre decía que el concepto de familia lo tenía de su padre Llanzol.

Pero Franco no fue tan condescendiente con su cuñado.

No. La carrera política de Serrano Súñer acabó con el nacimiento de Carmen. Luego montó un despacho de abogados. A su hija sólo la llamó cuando habían muerto Sonsoles y Zita. Le dijo lo mucho que había querido a su madre.

¿La reconoció?

No exactamente, pero al final sentían admiración mutua y él veía que Carmen era la hija que más se le parecía; no sólo por el azul de los ojos y el rubio del cabello, sino también por sus dotes políticas.

¿Cómo fue la relación de Carmen con sus hermanos y con los otros hijos de Serrano Súñer?

Distante, pero tanto Pilar Serrano, como Sonsoles Díez de Rivera estuvieron en el lecho de muerte de Carmen, en 1999. Tienen la sensación de que sufrió muchísimo.

¿Volvió alguna vez más a enamorarse Carmen Díez de Rivera?

Sí, pero pronto comenzaba a comparar el nuevo amor con aquel que le marcó y todo se rompía. Ella siempre decía que la conjunción perfecta de amor físico y amor intelectual sólo la había encontrado una vez: con su hermanastro.

Pero ella tuvo muchos pretendientes, ¿no?

Era muy atractiva. Paco Umbral escribió de ellas cosas extraordinarias. Carmen, no olvidemos, fue una pieza clave de la Transición. Fue importantísima en el proceso de legalización del PCE y en la participación en la democracia de la izquierda. Una gran mujer.

Con mirada muy triste, ¿no?

Llevaba la tristeza en los ojos porque ella también escondía muchos secretos.

¿Qué tipo de secretos?

De Estado y de amores.

¿Es cierto que tanto el Rey como Adolfo Suárez estuvieron enamorados de ella?

No lo sé. Lo único que conozco son los bulos que hay sobre este asunto y lo escrito por Manuel Vicent. Carmen nunca reconoció esos supuestos enamoramientos. Sí reconocía que de joven pasaba mucho tiempo con el que después se convirtió en rey. Los Llanzol eran muy amigos de él y lo llamaban the blonde (el rubio) para que nadie supiese a quién se referían. Con Suárez todo el mundo sabe que trabajó codo con codo en los primeros momentos de la democracia.

¿Qué cree usted que ocurriría en la actualidad ante una historia similar?

Podría darse, pero no tendría tanta trascendencia. Las parejas se separarían y aunque fuese un escándalo, al final se aceptaría.

Vayamos con un ejemplo. ¿Qué opina de la publicación de los correos de contenido íntimo de Urdangarin a una amiga?

Estamos en la sociedad de la información y todo lo que hacemos deja rastro. En la época de Serrano Súñer se pudieron borrar muchas pruebas. Esta historia se desempolva porque Carmen quiso cuando se estaba muriendo.

¿Qué interés tenía Carmen en desempolvar esta tragedia?

Supongo que tras 56 años de silencio necesitaba soltar el veneno que había llevado dentro. Grabó varias cintas a modo terapéutico y se las dio a un amigo inglés para que se hiciesen públicas tras su muerte. Luego las noveló Ana Romero.

En el caso de Urdangarin ya va a ser difícil borrar esos correos, ¿son justificables las críticas por publicarlos?

El personaje es el yerno del rey y sus actos adquieren unas dimensiones que convierten unos correos íntimos en noticia. ¿Dónde está lo íntimo? Es muy difícil de delimitar y en los juzgados prima el derecho a la información.

¿Cómo recuerda las críticas que recibió por el programa dedicado al crimen de Alcàsser de 1993? ¿Está arrepentida?

Fue un error, un programa desafortunado y lo vi desde el principio. Pedí a la dirección de Antena 3 que parase la emisión, pero no lo hicieron. Todos tenemos luces y sombras, pero he aprendido más de los fracasos que de los éxitos.