"Verba volant, scripta manent". La frase lapidaria de Cayo Tito la utilizó en uno de sus carteles y quizá es la mejor como presentación del trabajo de un dibujante de letras: las palabras vuelan, lo escrito queda. Dibujar letras. Eso es lo que hace Ricardo Rousselot (Chaco, Argentina, 1936), un referente en la creación de tipografías y logotipos con más de 50 años de carrera: empezó en Buenos Aires en 1957, luego se trasladó a Estados Unidos -tuvo como cliente a la revista Playboy- y desde 1975 reside en Barcelona.

Una selección de sus diseños originales -un "iceberg" de todo los hecho, porque "lo que hay debajo no se ve", dice- expone desde ayer en el vestíbulo del MuVIM de Valencia, en el primera retrospectiva sobre su proceso creativo.

Rousselot está detrás de cientos de marcas españolas. ¿Cuántas? No lleva la cuenta, pero "un día me dijeron que entre las cien primeras empresas de España había hecho el logotipo de diez", asegura.

Pero como arte de masas, es consciente de que las letras también vuelan en la sociedad de consumo, su vigencia es efímera y los anagramas y logotipos caducan (en diez años ha hecho dos para un mismo periódico, aunque no es un caso habitual, dice).

Del uso de los diseños se olvida una vez que los cobra y pasa por el notario. Las vidas de esas creaciones dan para un relato: el de Spanair, "de mucho éxito, ya no existe", cuenta, y el de Casa Tarradellas, "lo que he sufrido", dice. ¿El más entrañable y conocido? El de Farias. Lo tiene claro. La Casera, la Vanguardia, Isleña, Ducados, Fortuna, Okey, Smoking, Plastidecor, Alfaguara o la tipografía específica de El Corte Inglés. Son algunos de sus trabajos.

"Si no sirve para una camiseta no es buen logotipo". Es uno de los mensajes que Rousselot deja durante la presentación. Él, de negro total, viste una camiseta con uno de sus ex-libris (sellos para identificar el propietario de un libro). Estos, de los que también ha colgado algunos en el MuVIM, los utiliza -y regala- como carta de presentación cuando quiere captar a un cliente, porque el diseñador "está obligado a hacerse visible, a ser conocido. Si no, no es un buen profesional", alecciona.

El tipógrafo salido casi de la selva -"como quien nace fotógrafo sin haber visto una cámara", dice él- exhibe también algunas de sus últimas fuentes de más éxito: la "despeinada" (la más vendida en 2010) o la "bámbola". La muestra se acompaña de otra con los diseños seleccionados para el premio TDC de Nueva York.