Transmiten su pasión por la música tanto al interpretar las piezas clásicas de su repertorio como al reivindicar el apoyo institucional que este arte necesita. El violonchelista Damián Martínez Marco, un brillante ejemplo de música de cámara con 14 años de trayectoria internacional que lanza su primer disco, 'Rapsodia del Sur'.

La pareja eligió su nombre como tributo al violonchelista y compositor español Gaspar Cassadó, fallecido en 1966, que fue alumno aventajado del músico Pau Casals, coincidió con Falla, Ravel o Debussy y formó dúo con la pianista Alicia de Larrocha en los años cincuenta.

Ahora, estos dos jóvenes artistas, compañeros de profesión y de vida, comparten inquietudes musicales y dos hijos de corta edad que ya estudian violín. Marta Moll se inició en la música a los cinco años, como un juego, en el piano de su hogar, y a los doce decidió que ese era su camino. Damián Martínezcreció en un entorno donde la música era algo cotidiano. Ambos ampliaron su formación en Europa, Estados Unidos y Canadá.

Su experiencia -"que antes era más arriesgada, porque sin internet íbamos algo a ciegas"- les permite comparar y afirmar que España sigue "a años luz" de esos países en cuanto al apoyo a la música. Damián Martínez está considerado uno de los mejores violonchelistas de su generación y fue apoyado por Mstislav Rostropovich. Moll fue alumna de Alicia de Larrocha, "mi referente y mi inspiración diaria".

Su primer disco ha sido editado por Warner Classics con el apoyo de la Fundación BBVA. Es un álbum "fresco, con fuerza", en el que han intentado recrear toda la energía positiva del autor y del que destacarían, tal vez, dos piezas: Rapsodia del sur y Lamento de Boabdil.

Aunque es su primer disco en común, ambos suman premios y exitosas giras por numerosos países, con un repertorio que mima a los autores españoles. "Tenemos compositores impresionantes, una producción muy rica, y en cambio se suele valorar más lo extranjero", opinan. Si a eso se suma el precio de las entradas y el IVA cultural -"una hecatombe"-, la situación deja mucho que desear.

A su juicio, apoyar la educación musical es una labor social. "La música enriquece. Y no requiere preparación: sólo sentarse y sentir, dejar que conecte con tu parte más íntima. Es una válvula de escape". Por ello, apuestan por cuidar esa faceta desde la infancia. La profesión es dura, "como un deporte de élite", pero su disciplina es un instrumento para la vida.

Los dos son profesores de las escuelas superiores de música del País Vasco (Musikene) y deCataluña, (Esmuc)

, desde las que animan a los jóvenes en esta carrera de dura competencia.

"Deben tener claro que la música, más que una vocación, es un universo paralelo, una forma de vida. Y que para destacar hay que diferenciarse".