El Máster de Interpretación Operística que, con Ana Luisa Chova al frente, se ha impartido en el Conservatorio Superior de Música de Valencia ha incluido como uno de sus puntos culminantes un recital conjunto de seis voces jóvenes sin excepción cargadas de promesas en sus respectivas tesituras. El programa se había diseñado con inteligencia que hacía cómoda la sucesiva presentación de los cantantes y lógica desde el punto de vista histórico la de las páginas interpretadas.

En el tramo barroco-clásico brilló Konstantin Derri, contratenor ucraniano de timbre grato y expresión noble tanto en el fraseo lírico como cuando se le exigió bravura. En el dúo Io t'abbraccio, de Rodelinda (Haendel), él y Hasmik Isahakyan, sobre el matizado acompañamiento que como en toda su actuación prestó el catalán Carles Budó, consiguieron unidad de estilo desde el muy estudiado dominio de las inflexiones dinámicas. La soprano armenia, ya con el también muy eficaz italiano Lorenzo Petri al piano, volvió a gustar mucho con un Puccini (Donde lieta uscì, de La bohème) desbordante de emoción musical.

Misterios de la química, en el dúo de Butterfly y Suzuki que cerró velada, su voz y la de Marina Pinchuk mezclaron bien pero no tanto como se esperaba de ambas. De hecho, la mezzo rusa había maravillado primero como la Isabella de La italiana en Argel, luego y sobre todo con una Dalila pletórica de medios, técnica y comunicatividad.

La brasileña Carla Cottini destacó como belcantista en el recitativo y aria de Amina (La sonnambula, de Bellini), el catalán Elías Benito en una versión del aria de Zurga (Los pescadores de perlas de Bizet) cantada con una intensidad que le marcaba el repertorio más idóneo para él, y la mexicano-estadounidense Ana Schwedhelm en una Manon manessetiana (Je suis encore) a la que vino estupendamente su color ligeramente velado.