El Museu Valencià de la Il·lustració i de la Modernitat (MuVIM) alberga desde ayer a personajes que poblaban las calles de la Valencia de los años 70 y a miembros de la sociedad peruana del último siglo en un diálogo fotográfico entre La Valencia olvidada, de Joaquín Collado, y Perú. Martín Chambi-Castro Prieto.

En Perú. Martín Chambi-Castro Prieto, tutelada por Alejandro Castellote y Alicia Ventura, más de 100 fotografías presentan dos aproximaciones a ese país soñado y abordan la evolución de su sociedad y de la mirada del fotógrafo en un periodo de 80 años.

Según Castro Prieto, para él fue «un sueño» ampliar el trabajo fotográfico realizado por el maestro Martín Chambi en el Cuzco con motivo de su proyecto Perú, viaje al sol y, años después, aceptó el reto de mezclar las obras de ambos, para lo que optó por «meterse en la piel de Chambi y fotografiar con una cámara de placas los mismos lugares y temas que él pero desde una óptica actual».

De la mano de Joaquín Collado, esta muestra acerca «personajes de la vida cotidiana, de lo que pasaba en cada rincón de las calles de Valencia y específicamente en Ciutat Vella», a través de instantáneas captadas por este empleado de banca, que compró su primera cámara para fotografiar a su hijo mayor y realizó arriesgados retratos en el barrio chino «con la cámara pegada a la pierna, paradito» y tras haber realizado las mediciones de luz pertinentes en zonas próximas.

A sus 83 años, recuerda el «divertimento» que motivó su pasión por la fotografía y la época en la que inmortalizó a los niños de la Plaza de San Esteban, la «Valencia prohibida» de las prostitutas de la calle Viana y los regateos en el rastro, en su anterior ubicación. «Lo he pasado muy bien haciendo fotos», admitió ayer.

El comisario de la muestra, Luis Carrasco, destacó que Collado «hace fotos cotidianas, de la gente normal, con gestos normales y en situaciones normales», en las que se sitúa «muy cerca física y emocionalmente. Hay corazón, hay diálogo, mirada amable y contacto con el fotografiado», subrayó.

Así, presenta su obra como un reportaje «tremendamente humanista» convertido en documento antropológico.