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Crítica musical

El «Nabucco» de Verdi

Vivaldi: «Juditha triumphans»

Palau de les Arts (valencia)

Cristina Alunno (Juditha), Chiara Osella (Holofernes), Miriam Zubieta (Vagans), Federica Alfano (Abra), Elisa Barbero (Ozias) y Orquestra de la Comunitat Valenciana. Director musical: Federico Maria Sardelli. Dirección de escena: Davide Livermore.

El Centro de Perfeccionamiento Plácido Domingo ha insistido en Vivaldi para obtener con Juditha Triumphans y los mismos directores de escena y musical un éxito aún mayor al muy considerable cosechado hace un año con a la ópera L´incoronazione di Dario.

Enfrentado esta vez a la conversión en ópera de un oratorio, la imaginación de Davide Livermore literalmente se ha desbordado. Junto a los consabidos desdoblamientos de personalidad entre cantante y mimo, la transformación del charco de agua por el que hace que los personajes se muevan en charco de sangre gracias a la versátil iluminación de Antonio Castro será uno de los efectos que más se recordarán.

El reto que supone el respeto al reparto original (cuatro mezzosopranos y una soprano: el Orfanato de la Piedad sólo admitía mujeres) se ha superado asimismo con nota altísima merced al sabio aprovechamiento de las aparentes semejanzas para resaltar las auténticas diferencias. La utilización de instrumentos «modernos» (con la de tiorbas como ausencia más deplorada) impidió sin embargo disfrutar plenamente de la asombrosa riqueza tímbrica vivaldiana. De los treinta números de que consta la partitura se omitió uno, pero se incluyeron tres con frecuencia omitidos. El que siempre se duda si asignar a Holofernes o a Juditha lo cantó está última, según prevé una edición príncipe más coherente que el autógrafo en este punto.

Nadie cantó menos que muy bien el día del estreno. Con voz cálida y plena, Cristina Alunno estableció desde el principio su determinación heroica pero añadiendo en cada una de sus seis arias un diferente matiz humanizador, y también Chiara Osella acertó a componer un Holofernes no tan malo para ser un asirio bíblico. Como sus respectivos servidores, Federica Alfano fraseó con delicadeza que la orquesta no en todo momento permitió apreciar y Miriam Zubieta se lució especialmente cuando se le exigió coloratura. Completó elenco Elisa Barbero, un Ozias a la vez con autoridad y sutil.

La orquesta sonó precisa y clara, lo mismo que el coro formado por las protagonistas y sus relevos en las otras dos funciones previstas, y a Federico Maria Sardelli apenas le sobró algún pasajero exceso en el brío que imprimió al sacrum militare oratorium que para los venecianos de 1716 vino a ser lo que para todos los italianos el Nabucco de Verdi menos de un siglo y medio después.

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