Literatura

Los herederos del terror

El género gana adeptos y suma nuevos autores como Melerman, Horowitx o el propio hijo de Stephen King

Los herederos del terror

Los herederos del terror

antonio bordón | valencia

El escritor Stephen King tiene casi 70 años. Cada una de sus novelas y relatos de terror se recibe en todo el mundo, desde hace tiempo, conteniendo la respiración, temiendo que sea el último. Y sin embargo, y para fortuna de sus lectores, el autor de El resplandor remonta el vuelo una y otra vez, y vuelve a ofrecernos otra de sus magistrales aportaciones a la literatura de terror. King no tiene el Premio Nobel de Literatura a pesar de la creencia de algunos fans que reiteradamente lo designan entre los nominables al galardón de la Academia sueca, lo que subliminalmente demuestra que opinan que la literatura de terror merece una consideración mayor. Todo esto es discutible, por supuesto. Ustedes pueden no estar de acuerdo.

La literatura de terror ha ido ganando adeptos y goza de una amplia aceptación, no sólo entre los lectores amantes de los escalofríos, sino también entre los escritores de ficción que se han dado a conocer en los últimos años, aportando al género una nueva forma, al contrario de la creencia popular de que el terror no tiene forma. Son estos: Josh Malerman (A ciegas), Eli Horowitz, Matthew Derby y Kevin Moffet (La historia silenciosa), David Wong (John muere al final), Joe Hill (Nos4a2) y Mark Z. Danielewski (La casa de hojas).

Sobre la ceguera de Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago, parte y construye Josh Malerman A ciegas. Los personajes de la novela de Malerman no están ciegos, sino que se niegan a abrir los ojos por miedo a algo que hay fuera de sus casas. Algo horrible hace que la gente enloquezca y se suicide ante su sola visión: «La noticia circula por todas partes. Empiezan a decir que está relacionado con ver algo. Acabo de oír en la CNN que es la única constante que se repite en todos los incidentes. Parecen que las víctimas ven algo antes de atacar a la gente y suicidarse». Malerman, cantante y compositor de la banda de rock The High Strung, consigue en su primera novela que el horror de las obras de King resulte algo corriente comparado con lo que solo intuimos. El horror lo producen las escenas en las que algo innombrable, inefable, avanza en la oscuridad.

Eli Horowitz, Matthew Derby y Kevin Moffet, los autores de La historia silenciosa narran la historia de una generación de niños que nace con la extraña enfermedad del silencio. Aparentemente, los silenciosos o «retramudos» son niños normales con un único problema: son incapaces de hablar, comprender o comunicarse por las vías tradicionales, desencadenando una serie de planteamientos morales y éticos. La historia rinde homenaje a uno de los libros más insignes del escritor inglés John Wyndham, Los cuclillos de Midwich, y clásico entre los clásicos sobre niños que tras su nacimiento empiezan a mostrar una conducta tan sobrenatural como inhumana. Varios aspectos se podrían mencionar de esta novela coral, pero sólo mencionaré su apabullante maestría para conjugar lo real con lo onírico.

Ahora, una novela de levedad aparente, John muere al final, de David Wong, seudónimo detrás del cual se oculta el humorista Jason Pargin. Su protagonista, Dave, se pasa los días trabajando en un videoclub, jugando con videojuegos y fumando marihuana con su mejor amigo, John. Un día Dave acompaña a John a una fiesta en la que entran en contacto con una droga llamada «salsa de soja», que desencadenará una serie de acontecimientos cada vez más terroríficos, en los cuales los dos amigos se ven involucrados de forma involuntaria. En John muere al final, Wong saca a relucir toda su deslumbrante inventiva para entregarnos un relato irónico de algunos aspectos de la sociedad de hoy y, sobre todo, un formidable ejercicio de narrativa moderna: «Uno no puede diagnosticarse con el mismo órgano que presenta la enfermedad, al igual que uno es incapaz de ver su propio globo ocular. Así que supongo que debe ser como sentirse normal mientras el resto del mundo parece haberse vuelto loco a tu alrededor». John muere al final fue llevada a la pantalla por Don Coscarelli en 2012 con el mismo título.

Más convencional, pero con mucha acción e intriga sobrenatural es Nos4a2, tercera novela de Joe Hill, hijo de Stephen King. Antes de aprender a leer, escuchaba en boca de su padre bastantes historias, casi todas ellas tenían terrorífico o inquietante. Una cosa lleva a la otra y acabas escribiendo sobre una niña, Victoria McQueen, que descubre que puede hacer cosas maravillosas (y peligrosas) con una bicicleta y un viejo puente de madera hasta que se da de bruces con Charles Talent Manx, un asesino en serie que recorre las calles en un Rolls-Royce de 1938 con la matrícula Nos4a2 (Nosferatu) al que deja subir a los niños para llevarlos a un lugar llamado Christmasland, una población donde siempre es Navidad. Al igual que las novelas de su padre, basta un párrafo de su Nos4a2 para hacerte temblar. «La enfermera Thornton se pasó por el pabellón de los enfermos de larga estancia un poco antes de las ocho con una bolsa de sangre caliente para Charlie Manx». ¡Y solo es el primer párrafo! De tal palo tal astilla. Otro festín macabro.

Algunos identifican novela de terror y amenidad. Existen libros que son amenos y carecen de todo misterio. Y cabe gozar de una novela de terror sin saberla ni sentirla amena. Es el caso de La casa de hojas, de Mark Z. Danielewski, donde el escritor americano lleva al límite las posibilidades de la novela de terror y de la novela experimental. La casa de hojas se compone de dos historias paralelas: la del joven Johnny Truant y su agitada vida en Los Ángeles a principios de los años noventa; y la que se inicia cuando Truant encuentra un manuscrito en la casa de un anciano que acaba de morir. Danielewski nos da dos libros en uno, con variaciones tipográficas y diseños de página imposibles que dificultan la lectura, pero también aumentan el misterio. Vaya una cosa por otra.

El terror tiene forma, cambiante, sigilosa, furtiva, y, sobre todo, variada en cuanto a autores y títulos. ¿A qué esperan para hincarles el diente? Háganlo antes que sean ellos quienes les muerdan a ustedes.

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