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Entrevista | Iñaki Alegría

"La Facultad no te enseña a ser pediatra en África"

«Una madre con su hijo en brazos muriendo de hambre te cambia la vida», sostiene este pediatra residente en Etiopía

"La Facultad no te enseña a ser pediatra en África"

Asegura que Etiopía le cambió la vida. ¿Por qué?

Fui allí por primera vez hace dos años. Estudiaba pediatría en un hospital de Barcelona y pedí tres meses para tener una experiencia en un país tropical, para saber cómo se vive en un lugar con pocos recursos, en primera persona. Iba a ser algo provisional, pero al ver las condiciones de vida de la gente, esas casas de adobe y paja, ver cómo buscan agua en el río porque no hay potable, vivir sin luz... y luego entrar en el hospital y ver cómo los niños se mueren por desnutrición, por deshidratación o por cosas que se pueden evitar. Eso impacta y te preguntas, ¿Cómo podemos consentir esto? Ver como una madre te trae a su hijo en brazos porque se muere de hambre... eso es lo que te cambia la vida.

¿La Universidad le enseñó a enfrentarse a este tipo de situaciones?

Para nada. Cuando pisé por primera vez Etiopía y llegó un niño con desnutrición no sabía qué hacer. Fue como empezar de cero. Coger los libros sobre cómo tratar un niño con desnutrición porque no te enseñan a ser pediatra en África. En España esto no se ve, aunque ahora los niños están comiendo peor.

¿Cómo es el hospital de Gambo en el que usted trabaja?

En los hospitales de aquí hay habitaciones de dos o individuales. Allí, por ejemplo, la zona de pediatría es un pabellón grande. En cada cama hay dos niños, porque tenemos más enfermos que camas. Se coloca una almohada en cada lado de la cama y las madres están al lado, con un taburete sin respaldo, acompañando al niño. Por las noches en una misma cama puede haber cuatro personas, los dos niños y las dos madres. Y no se quejan.

¿Cómo se explica que en pleno siglo XXI sigan pasando estas cosas?

Yo no puedo explicarme que haya niños que se mueran de hambre. Las cifras son astronómicas pero aunque sólo fuese un niño el que se muere de hambre, sería inadmisible. Hay que luchar, pero no para que la cifra de niños desnutridos se reduzca, sino para que no haya ninguno que muere de hambre. Se puede evitar, porque hay medios, así que sólo falta la predisposición.

¿Qué cuenta en su libro?

En el día a día del hospital los sentimientos son muy fuertes. Pasas de la alegría de un niño que se cura a la tristeza de otro que está muy grave. A la noche te cuesta dormir porque están pensando en los niños. En esas noches me levantaba y me ponía a escribir. Era algo terapéutico para sacar lo que llevaba dentro y cuento mis vivencias en el hospital día a día. Pequeñas historias que explican de qué manera es la vida allí. Una descripción y también una denuncia.

¿Hay salida a esta situación?

Sí, pero pasa por garantizar el acceso al agua potable, la alimentación y la educación. Con eso ellos conseguirán salir adelante.

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