Hasta los enemigos más acérrimos de Günter Grass, empezando por los medios de comunicación del grupo Springer con los que Grass se negó a hablar durante más de cuarenta años, reconocieron ayer su obra y su aportación a la democracia con su crítica insobornable.

En algunos casos, no obstante, se percibió cierta reserva ante su figura, sobre todo por la última ampolla que levantó, y dejó abierta, con sus críticas a Israel en un poema que fue considerado por muchos como antisemita. Acusó al país judío de poner en peligro la paz en el mundo por su política sobre Irán, cuestión considerada un tabú en Alemania.

«Escribió como un grande, luchó como un grande, se tropezó como un grande», escribió en la portada de su edición digital el diario «Bild» (principal cabecera de Springer junto con «Die Welt»), con el que Grass mantuvo un contencioso hasta su muerte. El enfrentamiento nació por la campaña que el grupo hizo en su momento contra el escritor Heinrich Böll al ponerle bajo sospecha de ser cómplice del terrorismo.

El «tropezón» al que se refiere el diario más leído de Europa es el poema contra Israel, aunque el rotativo valoró ayer su compromiso al lado de los socialdemócratas.