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Homenaje

Un museo para Pumby

El CVC propone el MuVIM para albergar y reivindicar la obra de los dibujantes valencianos

Un museo para Pumby

Hay pocos homenajes a los héroes de la infancia tan abrumadores como el que hizo Paco Roca en El invierno del dibujante, el relato de aquellos historietistas en rebeldía con la editorial Bruguera en los cincuenta. Fue aquella la década prodigiosa del tebeo en España y dos editoriales valencianas ejercían su hegemonía junto a Bruguera. Eran Maga y Editorial Valenciana, responsables de algunas de las revistas más populares del país, como la infantil Pumby. A la vuelta de la década esperaba una repentina decadencia que sería salvada primero por la nueva escuela de los setenta y después por el auge de la novela gráfica, donde brillan entre otros el mismo Roca, quien salvó aquel océano de olvido.

Hoy el Consell Valencià de Cultura trata de devolver al tebeo valenciano un lugar primordial en el tejido editorial. Entre otras medidas, propone hacerlo salvaguardando o elevando sus originales a un museo y pone la equis sobre el Muvim como hogar permanente de la historieta. Es la aportación más concreta del pleno celebrado ayer, del que salió un pliego de sugerencias para revitalizar la escuela valenciana y que se resumen en la aproximación del autor al público y viceversa. De esta manera cristalizan algunas de las inquietudes que trasladaron autores como el propio Paco Roca o Miguel Calatayud cuando acudieron a sesiones de la comisión encargada de bucear en la situación del sector del cómic en nuestro territorio.

Un siglo de héroes

El pasado febrero se estrenaba precisamente Herois del tebeo valencià, un documental que recorría los hitos de una industria que el siglo pasado abastecía al resto del país de iconos en dos dimensiones... y en papel. Hay que viajar hasta la publicación de la satírica La Traca, a finales del XIX, para encontrar algunos de los primeros referentes, pero sería casi medio siglo después cuando estalló la generación prodigiosa de dibujantes valencianos. Cuando la novela gráfica aún era tebeo, las historias de Roberto Alcázar y Pedrín, de Eduardo Vañó, o de El Guerrero del Antifaz, de Manuel Gago, inundaron el imaginario de la España de postguerra. Fue el mismo Manuel Gago el encargado de fundar Maga, uno de los tres colosos editoriales, que publicó, entre otras, las aventuras de Pancho Dinamita.

Antes de Maga fue Editorial Valenciana, para la que José Sanchís Grau parió al gato Pumby, personaje capital del cómic valenciano y centro de la revista que llevaba el mismo nombre. Tras los tibios sesenta, el cómic alzó de nuevo el vuelo en la ciudad gracias al trazo limpio de Miguel Calatayud, Sento Llobell o Javier Mariscal. El éxito de estos fue el último impulso a una industria que acabó deslocalizándose y exportando a algunos de sus mayores talentos. Salvador Larroca, que dibuja para Marvel, el propio Paco Roca o la ilustradora Paula Bonet son ejemplo renovados de un oficio que había perdido color en Valencia.

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