«Los críticos dicen muchas majaderías», reseñó Gabriel García Márquez al periodista Tomás García Yebra. El premio Nobel se refería a que los expertos no habían detectado «los trucos» que inundan Cien años de soledad, a su juicio una obra menor comparada con El otoño del patriarca. Inger Enkvist, catedrática de Lengua y Literatura Española de la Universidad de Lund, podría subrayar la sentencia del escritor, si bien apuntando en otra dirección.

Enkvist ha pasado gran parte de su carrera estudiando a grandes nombres de las letras hispanoamericanas como al propio García Márquez, Mario Vargas Llosa o Juan Goytisolo, tratando de desentrañar al personaje que hay tras las palabras, separando «qué se dice sobre ellos de lo que realmente dicen». Después de horas y horas de análisis de sus obras y material paralelo, Enkvist se asomó al volcán de esos hombres y llegó a la única conclusión posible, desmitificadora: hay apreciables diferencias entre lo que se proclama en su nombre, lo que ellos mismos predican, y lo que realmente son. No solo eso sino que, por una cuestión de pereza endémica, el público, la crítica e incluso muchos investigadores, aceptan inopinadamente al mito. Enkvist ha recopilado años de estudio en su volumen Reflexiones heterodoxas; para desterrar tópicos. Su obra, publicada por la Diputación a través de la Institució Alfons el Magnànim, fue presentada ayer en la librería del Centre Cultural de la Beneficència.

Hablemos de García Márquez. «Si analizamos su novelística vemos una diferencia con el escritor del que hablan las entrevistas», advierte Enkvist. «Se le considera el autor de los pobres pero sus protagonistas suelen pertenecer a la clase alta. En la literatura es muy importante cómo el narrador dirige las simpatías hacia sus personajes y en García Márquez vemos que la suele fijar en hombres que ostentan cierto poder». Del mismo modo, pero al contrario, sucede con Vargas Llosa: «En sus novelas encuentras una inclinación hacia la izquierda, mientras que en sus artículos gira hacia la derecha».

Lo que ocurre, denuncia Enkvist, es que el público se suele quedar con el artículo de una página en el que se utiliza un «lenguaje más claro y preciso» o en la entrevista en la que García Márquez expresa su pensamiento, antes que tratar de entender su obra, «mucho más compleja». En este sentido la autora lamenta que la verdad sea orillada por algo más conveniente. «Al exponer mis conclusiones en alguna ponencia, había gente que me decía: ´¿y qué?´ Entiendes que no importa tanto la verdad como la utilidad del discurso de estos autores».

Algo similar le ocurrió cuando abordó la obra de Juan Goytisolo y lo que se publica sobre él: «Teniendo él una obra tan basta, me llamó la atención que muchos críticos se fijaran en un aspecto puntual de una novela. Lo que hacen es escoger primero el punto de ese escritor que les conviene y luego construyen un discurso elogioso. No están hablando del personaje, sino haciendo política cultural», denuncia la hispanista.