Cuando hace un año cerró sus puertas la exposición Un siglo de tebeos (valencianos) en el Centre el Carme, quedó cierta sensación a capítulo sin cerrar, a recuperación evanescente de toda una industria que durante algunas fue la locomotora de la cultura en nuestro territorio. Faltaba algo tangible que recogiera de nuevo este homenaje y reactivara, quizás, el interés en las raíces de una disciplina tan unida a la Comunitat. La Asociación Valenciana del Cómic (Asovalcom) y la Biblioteca Valenciana se unieron para resumir la exposición en un catálogo. Al frente de la compilación se puso el diseñador Macdiego, un tipo inquieto que tardaría poco en darse cuenta de que la tarea se le había ido felizmente de las manos. «Queríamos algo más que un listado de las obras expuestas, así que nos dijimos ¿por qué no entrevistar a los cuarenta y cinco autores que mostraron su trabajo? Después nos dimos cuenta de que también había muchos dibujantes que se habían quedado fuera de la exposición y...» y el resultado, explica el propio diseñador, es un compendio en el que participan más de cien dibujantes valencianos.

En las trescientas páginas que abarca este volumen, presentado ayer durante la IV edición de las jornadas del cómic, se encuentra la esencia y el alcance del tebeo valenciano. Hay una cronología de la evolución que llega a impresionar a un erudito en la materia como el historiador Pedro Porcel. «Han ido a contar hasta los orígenes en el siglo XIX», comentaba ayer quien ya hace un cuarto de siglo se lanzó a documentar toda la historia del tebeo valenciano para publicarlo precisamente bajo el sello de este periódico. Desde La Traca hasta el éxodo de Larroca al lejano Marvel, todo está reflejado en este tomo que cuenta con artículos como el del mismo Porcel y el testimonio de casi medio centenar de dibujantes, componiendo un relato transversal.

«El tebeo valenciano muere como industria en los sententa y quedan los autores, que publican en editoriales catalanas, madrileñas, francesas...», repasa ayer el historiador. De la omnipresencia en España de editoriales como Valenciana y Maga, al reducto de grandes nombres que persisten hoy, como Paco Roca. «Se trata de explicar que él no es un caso excepcional, que hay toda una historia detrás», resalta MacDiego. En el mercado de la Tapinería, poblado estos días por personajes en dos dimensiones „allí se presentó el libro y se concentran las exposiciones de estas jornadas„ se distinguían grupúsculos de autores que han puesto trazo y color a este tomo. En un uno de ellos está Sento Llobell, dentro de una sala que acoge una retrospectiva sobre su obra, incluída la maqueta del parque del Gulliver que él mismo diseñó. Durante las jornadas se presentará el segundo volumen de su trilogía El médico novato, titulada Atrapado en Belchite, una obra autoeditada. «Empecé autopublicando y he vuelto a lo mismo; estoy un poco decepcionado con el mercado», desliza. El que fuera uno de los renovadores de la Escuela Valenciana de cómic se ha apartado de los cauces habituales de difusión, renegando de los intermediarios y explorando una nueva vía, antagónica a la poderosa industria que fue la valenciana. «Trato de controlar la distribución; los compañeros están esperando ver cómo me va, para lanzarse», bromea.