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Entrevista | Joaquín Azagra Ros

"El Estado del Bienestar debe priorizar la atención a la pobreza"

El exconseller defiende la imposición de tasas selectivas para racionalizar el consumo de los servicios públicos

"El Estado del Bienestar debe priorizar la atención a la pobreza"

¿Qué es la sociedad inclusiva?

La que tiene la pretensión de acoger con dignidad y calidad de vida a todos sus ciudadanos. Es lo que se logró en la segunda mitad del siglo XX a través de esa espléndida conquista de la clase trabajadora: el Estado del Bienestar. En mi parte del libro se plantean los cambios producidos en la estructura y el soporte social y económico del sistema del bienestar, con las dudas sobre su viabilidad en el futuro. Además, trato de cuantificar el nivel de pobreza y su composición, porque la pobreza ya no afecta a los parados o a los pobres tradicionales, sino que se ha añadido el problema de los trabajadores tan precarios que están por debajo del umbral de la pobreza. Según el INE, en ese nivel ya hay 10 millones de personas. El Estado del Bienestar debe priorizar la atención a la pobreza y el precariado.

¿Hay salida a esos problemas?

El Estado del Bienestar hay que repensarlo, porque las tendencias en la actualidad son contradictorias pero simultáneas. Por un lado, tendencias hacia el recorte del gasto público y a la vez en favor de que se amplíe el gasto. No es un problema de voluntad política, son tendencias objetivas. Por ejemplo, debido el envejecimiento de la sociedad, se necesitará más dinero para jubilaciones, más gasto farmacéutico, más residencias... Al mismo tiempo se mantiene la competencia con con países sin tantas cargas sociales. El secreto del sistema pasa por ganar en productividad y repensar las prioridades.

Se confirma que la economía le ha ganado la partida a la política...

La existencia de un mercado global impide posiciones frontales contra ese mercado. Competir también significa competir en tu propio mercado. No sólo es exportar. Con voluntad política no se consigue todo, porque el Estado tiene unos límites. Véase las dificultades de Syriza para llevar adelante sus políticas en Grecia. En este sentido, la productividad también debe mejorar en los servicios públicos. Al Estado del Bienestar hay que dotarlo de eficiencia: los funcionarios tienen que hacer las cosas mejor. Incluso, hay que racionalizar el consumo de servicios con tasas. Estoy en contra del copago indiscriminado, pero a favor de las tasas selectivas. El Estado del Bienestar debe ser personalizado. Así que se hay gente que puede soportar una tasa y gente que no, se debe eximir de ella a los que no pueden pagarla. Eso es la redistribución.

¿Qué papel juega la inmigración en el Estado del Bienestar?

Gran parte del precariado lo integran los inmigrantes y vamos a tener inmigrantes durante mucho tiempo, especialmente desde África y Oriente Próximo. En estas zonas no hay problemas de envejecimiento y los países necesitan expulsar gente de los trabajos menos productivos en su desarrollo. Una sociedad inclusiva debe acoger esa inmigración. No puede hacer diferencias por sexo, religión o raza.

¿Volverán los jóvenes españoles que han emigrado?

Unos sí y otros no, porque a algunos no les interesará. Debería ser una movilidad lógica entre países de una misma área económica o de captación de talentos, como sucede en Estados Unidos. El problema es que aquí nos gusta ir a pie a nuestro lugar de trabajo, pero en este mundo actual la gente más cualificada está obligada a salir y moverse.

¿Se repetirán los mismos errores que desembocaron en esta crisis económica?

No por los mismos errores, sino porque el capitalismo genera crisis forzosamente. Tiene mecanismos de crecimiento que entran en colisión y plantean desequilibrios. De esta crisis deberíamos salir regulando mercados y, sin embargo, las posiciones políticas predominantes en Europa, en defensa de la estabilidad, ocultan el mantenimiento de un statu quo que perjudica a sectores cada vez más amplios.

¿Nuestros hijos vivirán peor que nosotros?

En calidad de vida no lo sé, porque el progreso avanza. Pero el mundo de los años 60, con un Estado del Bienestar redistribuyendo riqueza, va a ser difícil que se repita.

¿Qué ha sucedido en la Comunitat Valenciana para que las urnas hayan cambiado de signo después de dos décadas?

Aquí la crisis se ha padecido mucho por el modelo económico: mucho obrero en la construcción, los servicios... La crisis ha sido más intensa. Luego, la corrupción ha sido tan visible... Que el dinero destinado a un hospital de Haití acabe en otras manos es devastador para las instituciones. Todo eso ha hecho que el voto se haya girado hacia formaciones nuevas, que daban la impresión de que sí eran capaces de darle la vuelta al sistema. Ahora la campaña electoral ha acabado y es el momento de la gestión.

Usted que ha sido conseller, ¿los nuevos gobernantes podrán hacer todo aquello que desean?

El reto de la izquierda valenciana es consensuar un programa que dé salida a las emergencias actuales: la credibilidad de las instituciones, una economía más productiva, más competitiva y menos dependiente de factores coyunturales y la emergencia social, porque el 24 % de la población está por debajo del umbral de la pobreza.

¿Se puede exterminar la corrupción o se trata de un problema consustancial a las sociedades?

Hay que hacer funcionar los protocolos de control. Parece que en España no haya existido un Banco de España, un Tribunal de Cuentas, unos interventores... ¿Quién ha estado controlando? Eso es el Estado.

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