Fuera del escenario, Juan Esteban Aristizábal Vásquez (Medellín, 1972) parece más próximo, por ese aire de modestia que le acompaña, del rockero latino de sus inicios que del artista global conocido como Juanes. Descubrió el poder de una guitarra con sólo ocho años, cantando en familia temas de Gardel, Lucho Gatica o los hermanos Visconti; a los 15 se pasó al heavy y tres décadas después sigue encadenando acordes. El resultado: 15 millones de discos vendidos, más de 20 premios Grammy y el reconocimiento por su faceta solidaria.

Vestido de negro, con vaqueros, cazadora de piel y sombrero borsalino, llega a Barcelona para promocionar el Hard Rock Rising Festival, que aterri­za por primera vez en la capital catalana el 24 y 25 de julio, con cartel de lujo: Robbie Williams, Lenny Kravitz, Kings of Leon, Avicii, Steve Angello, Vetusta Morla... Y Juanes. La cita servirá para escuchar su sexto álbum, "Loco de amor", y comprobar si, como se ha dicho, el cantante amplía en él su registro vocal y su sonido se ha enriquecido con Steve Lillywhite, arquitecto sonoro de U2 y los Stones.

Atento, cordial, agradece con tanta efusividad el cóctel que le sirven durante la entrevista como el interés por su disco, el primero de estudio en cuatro años. "El mejor de mi carrera", añade, con la ilusión de un principiante. Algo de eso hay en este músico renovado, tras el bache que le desmoronó hace un par de años y le obligó a reinventarse. Lo explica con franqueza, algo inusual en un artista de su nivel.

¿Crisis superada?

Me siento en el mejor momento de mi vida. Contento, muy pleno, con la certeza de que hago lo que siempre he querido hacer. La vida nunca será de color rosa, tiene sus momentos, y tú estás a veces feliz, otras alterado, algunas angustiado. Así somos. Pero los años te permiten aprender a manejar esos sentimientos.

¿Qué le ocurrió? Llegó a decir que se sentía "hastiado de su propio personaje" y "que el éxito le pegó una bofetada".

Todos tenemos crisis en algún momento de la vida. No creo que la mía fuera culpa de la fama. A todos nos agobia sentirnos presionados, sobre todo por la propia presión. Esta es terrible. Yo la he sentido. Y toqué fondo. Llegué a preguntarme: ¿qué hago yo aquí?, ¿tiene sentido?

En el 2011, en plena gira del disco P.A.R.C.E.

¡No, no, jamás! Nunca fue más que un periodo de reflexión. Necesitaba un stop. No quería vivir en aquella vorágine. Sentí que debía estar en casa. Necesitaba a mis hijos, y ellos a mí. Pero dejar la música, jamás. Sin ella mi vida no tiene sentido. Lo que ocurre es que uno nunca está preparado para lo que le va sucediendo. Y es fácil perderse.

¿Cómo lo superó?

Me desconecté un tiempo, cerré mi cuenta de correo, me alejé del foco y fui poco a poco retomando el control. Uno no puede entregarse a la pena. En mi caso, la música siempre ha sido mi vía para expresarme y conectar con la gente. Y la utilicé para reconstruirme.

Y grabó sus éxitos en directo en MTV Unplugged, mano a mano con Juan Luis Guerra.

Sí, eso me conectó con mi esencia, fue un auténtico salvavidas para mí. A los 40 años me reencontré con mi música. Tanto Juan Luis como Bosé o Sabina han sido de gran ayuda, para mí son como faros en alta mar, gente inquieta, con gran experiencia. Miguel siempre me dice que hay que prepararse para estar un día arriba y otro abajo, saber manejar los vaivenes.

En su día admitió una crisis con su esposa, Karen Martínez, y luego su bache creativo, cuando lo habitual es difundir una imagen de éxito. ¿Es partidario de sincerarse con su público o no tuvo más remedio?

Yo soy así. No podría interpretar un papel. Digo lo que pienso, lo que siento; a veces me hace bien, otras no. Somos humanos, vulnerables. Pero aquí estamos todos aprendiendo este proceso de vivir y entender quiénes somos y hacia dónde vamos.

¿Cuál ha sido la lección?

Que hay que vivir de forma más liviana. Sufrimos por asuntos banales, nos contaminamos de cosas innecesarias. Lo único importante es escuchar al corazón. Después de todos los altibajos, de la gloria y la tristeza, sé que la felicidad está dentro de uno mismo. Cada uno de nosotros tiene un mundo, y se trata de actuar lo mejor posible en ese mundo sin perderse en otros. Ha sido importante pasar por una crisis. La noche no existe sin el día, es el equilibrio de la vida. Y estoy convencido de que la única forma de crecer es a través del dolor. Cuando estás feliz te limitas a disfrutar de la fiesta; si vives un momento duro, te pones a prueba y evolucionas. Ahora estoy mucho más equilibrado. Feliz, pero con los pies en la tierra. Sé que hay momentos de dolor y quiero vivirlos. Sentir. De eso se trata.

La música le atrapó siendo niño. ¿Qué recuerdos tiene?

Los mejores. Tendría siete años cuando un día que no fui a la escuela, enfermo, descubrí una lira vieja en el cuarto de mi hermano, la toqué y fue como un amor a primera vista. Recuerdo un par de guitarras en la sala de mi casa. Llegábamos del colegio y después de almorzar tocábamos y cantábamos juntos canciones de Chile, Uruguay, Argentina. En Colombia el tango era muy popular, y en casa se escuchaba mucho. Gardel, Los Panchos, Milanés. Así crecí.

Era un hogar muy musical.

Soy el menor de seis hermanos, y todos cantan, tocan la guitarra aunque de modo más esporádico. Mi papá cantaba y le gustaba mucho la música. Pero me influyó sobre todo mi hermano mayor; siempre con su guitarra. Él me conectó con la música.

Y a los 13 descubre el heavy. Metallica, Iron Maden... Dijo que aquello "le voló la cabeza". ¿Fue su salvavidas en la convulsa Medellín de los ochenta?

Me fui de un extremo a otro, del folklore al rock duro. Cabello largo, rebeldía pura. A los 15 ya tenía mi banda de heavy metal, Ekhymosis. Esa anarquía me permitió sacar la rabia adolescente en una época tan complicada. El gobierno peleaba contra el narcotráfico y los grandes capos de Medellín, y el ciudadano vivía angustiado, porque cualquier cosa podía pasar.

Como banda no les fue mal. Doce años, cinco discos, conciertos€ La música le distanció de aquel entorno conflictivo.

Sí, aunque nunca he considerado la música como diversión. Amo esto de un modo tan profundo que es un placer, pero también una exigencia. Y ocurre que a veces lo haces mal. Y te duele mucho. Y te das duro.

¿Es de castigarse?

Sí, sí. Por suerte o desgracia, soy muy duro conmigo mismo. Trato de no ser tan autoexigente, pero no puedo evitarlo.

Al disolverse su banda de heavy, decidió dar el salto en solitario. Miami, Los Ángeles...

Diría que es la mayor locura que he hecho. No conocía prácticamente a nadie. Vendí lo poco que tenía y reuní 4.000 dólares. Mi padre había fallecido, y a mi madre le preocupaba que marchara, aunque me comprendió.

Y al cabo de un tiempo logró un contrato con Gustavo Santaolalla, el rey Midas de la música latina. Un buen debut.

Cierto. El disco "Fíjate bien", que abordaba el drama de las minas antipersona en Colombia, vendió cerca de un millón de copias y optó a siete Grammy (de los que se llevó tres) en el 2000.

Desde entonces el éxito se fue repitiendo: récords de ventas multiplatino, himnos como A Dios le pido o La camisa negra, 18 millones de seguidores en redes sociales... ¿Se reconoce?

Me agobia escuchar todo esto. No en mala onda, claro. Me da alegría, pero a la vez siento algo de angustia. A veces me pregunto: ¿todo esto ha ocurrido realmente?, ¿cómo ha llegado a suceder? Si me da un poco de paranoia, conecto con mis inicios, con aquel sentimiento, mi amor genuino por la música.

Le han calificado de artista influyente. ¿Qué cree que ha aportado realmente?

Eso resulta aún más incómodo para mí, me suena raro. Nadie podría decir si he influido o no. Es mejor no creerse esas cosas. Hay que creer en lo que eres y haces en tu vida cotidiana y no más. Esos comentarios generan cosas buenas y otras no tan chéveres, como cuando a la gente no le convence lo que haces.

¿Le afecta una mala crítica?

Al final he entendido que hay que estar sereno, conectado con el centro de uno mismo. Pueden amar o no lo que haces, pero debes controlar cómo te afecta.

¿Quién es Juanes en realidad?

Soy una persona entregada a lo que amo. A mi trabajo, a mi familia. Pese a ser inseguro en el proceso creativo, como cualquier artista, siempre lucho por lo que yo creo hasta que ya no puedo más o veo que es imposible. No tiro la toalla. Nunca.

¿Cuándo compone mejor?

Es un proceso anárquico. Puede ser en el avión, en el baño, en un ensayo. A veces estoy grabando con la banda e improviso una melodía. La grabamos y vemos si es una canción. Hay que reconocer esa chispa.

¿Lo disfruta?

Qué va, sufro muchísimo componiendo. Demasiado. El escenario es la fiesta. Pero el proceso de crear me resulta muy duro, muy doloroso. Como un parto; no soy mujer, pero soy padre de familia y sé lo que es.

Su trabajo es bastante homogéneo. ¿No le apetece experimentar?

Sí, claro. No me da miedo, me libera de la monotonía. De hecho, el MTV Unplugged es superdistinto a lo anterior, está muy chévere. Pero lo más extremo que he hecho es un tema electrónico con el dj francés Cedric Gervais. Fue muy refrescante escucharme en un contexto tan distinto. Llevar tanto tiempo en la música es como el matrimonio, no es que me aburra, pero hay que buscar otro sabor, no dar todo por hecho.

¿Qué música le inspira?

La clave en el arte es estar al día de lo que pasa, ser muy sensible a todo. Estar vestido para la ocasión, para reinventarte. Por ello escucho de todo. Clásica, por la armonía, hip-hop, gente como Jay Z, Rihanna, Kanye West, rock clásico, folklore colombiano y el pop más mainstream. Me gusta incluir rasgos de otros estilos en mi música.

¿Es creyente? Este mundo necesita un milagro€

No tengo la idea tópica de la religión. Mi esposa y yo somos abiertos con el tema, creyentes, pero de un modo espiritual: no le pongo cara ni figura a lo que es Dios para mí. Respeto la religión, pero no sigo una en concreto. Leo la Biblia como un libro interesante, como el Corán. Lo que me interesa es comprender. Creo que hay que dudar de entrada de todo lo que ha creado el hombre, porque nos han manipulado siempre a lo largo de la historia, nos han mentido. Ahora algo está cambiando, la corrupción va saliendo a la luz€

Nosotros ya hemos despertado. Pero, ahora, ¿cómo vender este mundo a los hijos?

Los míos tienen 11, 9 y 5 años. Soy incapaz de mostrarme indiferente a lo que ocurre en el mundo y no explicárselo. Obviamente, el lenguaje hay que adaptarlo a su edad, aunque a menudo te sorprenden; entienden más de lo que crees. Mi compromiso como padre y anfitrión de mis hijos en este mundo es ayudarles. Cuando un hijo me pregunta: ¿por qué hay gente tan mala? Mi única respuesta es que se trata de una cuestión de educación. No todo el mundo tiene el privilegio de nacer en una familia estable que te abraza cada día. Hay gente condenada a la soledad y la angustia que genera la desigualdad. Si uno no tiene derecho a nada, puede hacer cualquier cosa.

La clase política vive un descrédito global, la sociedad desconfía del sistema. ¿Hay salida?

La mayoría de los políticos hoy en día lo son por dinero, por influencia, cuando debería ser algo más filantrópico. El sistema es corrupto. Puedes tener la mejor intención, pero desde el momento en que entras en él, ya no hay nada que hacer. Ocurre en todas partes. Creo que el mundo está cambiando demasia­do rápido en los últimos años. Y que vivimos con mucho más de lo que necesitamos. Y es un error.

¿Por qué no entra en política?

No, no me interesa. Yo soy productivo para la vida con la música y mi fundación, Mi Sangre. Si eres artista, siempre te van a dividir. El arte debe estar por encima de diferencias ideológicas. Cada uno de nosotros somos distintos, y es difícil pensar que 20 personas en un salón pueden decidir qué debes hacer con tu vida. Desde Sócrates y Platón el mundo ha cambiado radicalmente, y seguimos pensando que se basa en aquellos principios. Ahora, los pilares de la economía mueven el mundo, lamentablemente. Los empresarios poseen medios de comunicación, estos se someten a los políticos, y estos a su vez controlan el pueblo. El sistema es inviable; si lo fuera, seríamos todos felices.

¿Las redes sociales pueden cambiar esa situación?

Tengo una esperanza inmensa en eso. Están cambiando muchas cosas últimamente. En la forma de pensar, la cultura€ Nuestro imaginario se alimenta de muchas cosas más allá de los medios de comunicación tradicionales. Las redes democratizan el pensamiento y la información: tú lees una columna de opinión y a la vez puedes opinar sobre ello. Antes era impensable.

Colombia vive un giro en positivo: crecimiento económico, inversiones. ¿Cómo ve su país?

Soy optimista. Es un país de contrastes, pero está mucho mejor que hace 30 años. Socialmente es muy desigual; el campesino ha sufrido mucho por el conflicto armado. Ahora estamos de cara a un proceso maravilloso, un acuerdo de paz con las FARC. Pero nos enfrentamos a algo muy difícil: la reconciliación. ¿Queremos seguir así o cambiar y perdonar? Es superduro, porque el dolor es muy profundo. El país está polarizado, una gente quiere acabar en guerra, otra dialogar. Yo apoyo el proceso de paz, siempre lo he hecho. Muchos guerrilleros no tienen opción, les han obligado a estar ahí. La reconciliación va a ser muy difícil de lograr, pero vale la pena. Es un sueño.

Pero usted reside en Miami. ¿Se siente a salvo del conflicto?

No, no, para nada. Yo vivo en Miami, por mi trabajo, pero mi mamá y mis hermanos están en Medellín, y yo voy mucho allí.

¿Qué teme?

La muerte. Esa sensación de dejar lo que tienes. Y viajar en avión. Me da pavor. Tras el 11-S, ver que el mundo no es tan seguro como creías es muy duro. La religión, mezclada con la política y el poder económico, es como una bomba atómica.

En ese caso, internet juega en contra, facilita la conexión.

Sí, sí. ¡Matar en nombre de Dios! No puedo comprenderlo.

¿Cuáles son sus aficiones?

El deporte. Y pintar. Pero ante todo, escribir. Trato de hacerlo a diario, poesía, pensamientos, que luego utilizo para mis letras. Y necesito leer cada día. Ahora estoy con "Breve historia del tiempo" de Stephen Hawking. Antes leí "La república" de Platón. No son cosas ligeras, no, pero me apetece estudiarlos. Soy inquieto. Me gusta saber.

¿En qué punto se halla respecto a lo que desea en la vida?

Pienso que lo más importante está por venir. ¡Tengo tanto por hacer! Ese tema que no he compuesto, ese concierto que no he dado. Agradezco el pasado, pero no vivo de él. Me centro en cómo hacer interesante lo que viene y compartirlo con la gente.