Cuando se trata de pintura, la luz no puede formar binomio con nadie mejor que con Joaquín Sorolla. El valenciano iluminó la realidad a través de sus cuadros y ahora su obra será representante de el Año Internacional de la Luz, un proyecto de la Unesco que cuenta con el alto patrocinio de la Casa Real. Así, la exposición Sorolla. Arte de la luz, apoyada por la Fundación Iberdrola y la de Mutua Madrileña y organizada por el Ministerio de Educación y Cultura estará abierta en el Museo Sorolla en Madrid hasta el 18 de enero del próximo año. La muestra ahonda en la sensibilidad del conocido como «el pintor de la luz» a través de medio centenar de piezas donde la iluminación de la escena es el aspecto más significativo.

La exposición está formada por obras propias de las colecciones del museo, excepto una procedente de una colección particular, y ofrece al visitante algunos de los cuadros del valenciano particularmente interesantes en el uso de la iluminación.

La muestra se divide en cinco apartados: Hacia la luz, Sombra y reflejo, Luz filtrada, Resplandor y Arte de la luz. En cada uno de ellos se analizan distintas perspectivas desde las cuales el pintor abordó la luz, filtrada a través de diferentes matices y siempe como un elemento fundamental a la hora de darle vida a las escenas de su obra, transformando la realidad en un prodigio; se entiende así la fascinación que sentía el propio Sorolla hacia la luz.

Los comisarios de la exposición, Consuelo Luca de Tena, directora del museo, y José Manuel Pascual explicaron ayer que han conformado una travesía por la obra del pintor en la que se puede contemplar también fotografías en las que aparece Sorolla pintando algunos de los cuadros expuestos y analizando la forma de organizar la relación con su motivo, su posición respecto a la luz, o la elección del encuadre.

En la época en que vivió Sorolla, la ciencia realizó grandes avances en el conocimiento de la naturaleza de la luz. Mientras se extendía el uso de la iluminación artificial, las nuevas técnicas constructivas mejoraban el aprovechamiento de la luz natural en los edificios. La experiencia cotidiana de la luz cambió sustancialmente, y la pintura registró una nueva sensibilidad hacia sus efectos y matices hacia la luz natural y al aire libre. Fue entonces cuando esta energía se adueñó de la pintura. Si hasta entonces había servido sencillamente para iluminar los objetos, desde entonces los objetos sirven como soportes de la luz y la pintura registra una nueva sensibilidad.

«La intención de la exposición es que el visitante se dé cuenta de cómo Sorolla utiliza la luz de diferentes maneras y para ello hemos agrupado los cuadros de forma que se aprecien esos cambios, esas nuevas experiencias de la luz», comentaba a Efe durante la inauguración la directora del museo y comisaria de la exposición.

En el recorrido se pueden contemplar obras como La alberca, La hora del baño, Madre, Saltando a la comba, o Reflejos de un fuente, y finaliza con la exhibición de Después del baño la bata rosa, de 1916. «Esta es una de sus obras más enigmáticas y una de las que más me impresiona», señaló Blanca Pons-Sorolla, bisnieta del pintor. Esta obra «absolutamente redonda», fue pintada en la época en que Sorolla estaba trabajando en la decoración de la Hispanic Society «y decide descansar». «Es un momento de plenitud maravilloso que pasa junto con su familia y en el que quiere que la playa de Valencia sea la Grecia que había animado a muchos artistas a pintar cosas maravillosas», explicaba la propia Pons-Sorolla.