Cuando abren las puertas del recinto, allá a las siete de la tarde, al fiber lo recibe una charanga. No quiere engañar a nadie ni lo pretende, a estas alturas, el Festival Internacional de Benicàssim, que sigue abrazando la fiesta como principal reclamo pero continúa ofreciendo también, año tras año, un puñado de momentos que permanecen en las más exigentes retinas.

La XXI edición del FIB comenzó perezosa. La jornada del jueves fue quizá, en el global, la más floja de los últimos lustros. La mejoría que se palpó a partir del viernes vino a subrayar, una vez más, que la música es ahí donde empezó y empieza todo. Porque el envoltorio „el ambiente, el insuperable atardecer del Fiberfib, el emocionante océano del ex escenario Verde y todas esas cosas„ palidece cuando el interior está, en realidad, hueco.

Momentos. Cada uno tiene los suyos, los escoge o se los encuentra. Música. La de los canadienses Godspeed You! Black Emperor, casi dos horas de muros de sonido, en trance, mientras la marabunta se agitaba en otra parte con Noel Gallagher y The Prodigy, el viernes.

La del doblete de propuestas que exhibió el sábado con orgullo el festival, a modo de distinción, con la elegancia soul de Curtis Harding y la presencia escénica de Frank Turner, con The Sleeping Souls. O la de Los Planetas sonando mejor que nunca y echando mano del inagotable granero de hits que acumulan con los años, incluida la aplaudida colaboración del exfutbolista Gaizka Mendieta, ya foto icónica de este 2015. Y la de Blur (en la imagen), combinación exitosa entre la apología de la nostalgia y sus canciones de ahora.

Claramente de menos a más, el Festival Internacional de Benicàssim se despidió anoche con una jornada para la esperanza, dejando un buen sabor de boca. Fue una despedida rica y variada, tanto en estilos como en cruces geográficos y generacionales. Del muestrario local con deBigote o la juventud que viene con Belako, a leyendas en sus géneros como Public Enemy o Portishead, a tirón nacional con Vetusta Morla, el FIB de siempre con Crocodiles o la inquietud actual con FFS. A lo ancho y a lo largo, cuando se hace bien, funciona.

Por su parte, la puesta en escena de la música electrónica en el FIB se hizo de rogar. No fue hasta el viernes cuando se destapó la multitud de propuestas que ofreció esta edición del festival. También tuvieron que esperar cerca de veinte minutos los asistentes al concierto de The Prodigy, el directo electrónico que más interés despertó.

A falta de las actuaciones de Madeon y A-trak -madrugada de ayer- la electrónica superó con nota el examen del FIB. Pese a que el set de un DJ sea todavía un complemento nocturno y no un espectáculo de atención exclusiva para muchos fibers, la afluencia de público a las citas electrónicas mejoró respecto a años anteriores. Uno de los artistas que más movimiento causó fue Mark Ronson. Quizá sea porque el inglés no es un DJ tradicional. Ronson inyecta dosis de rap y R&B en directo en sus sesiones y las mezcla con los éxitos de trap que están arrasando en medio mundo. En el FIB, ante una masa británica entregada, es un éxito asegurado.

El pacto que hizo The Prodigy con el diablo sigue dando sus frutos. Por ellos no pasan los años. Derrocharon descargas de energía entre clásicos del breakbeat de los noventa como Firestarter o Smack my bitch up y sonidos de la nueva hornada que aún cuestan de asimilar para el público, pero que no evitaron el mosh en ningún caso. La del trío de Essex fue una fórmula que siempre funciona para liberar tensiones y algo más.

El Escenario Las Palmas fue testigo de los sets de Brodinski y Timo Maas. El horario tardío de las actuaciones y el ajetreo del resto del día provocaron que ambos actuaran ante un más que reducido número de personas que, eso sí, se entregaron por completo al repertorio de los artistas. Brodinski hizo gala de su versatilidad mezclando beats de hiphop con chispazos de house en una base techno que aseguró el movimiento.

El veterano Timo Maas descorchó un set con claras reminiscencias al sonido club. El tech-house fue el leitmotiv de una sesión que atravesó bajos bien cargados y el sonido de un progressive house que puso ritmo a la noche.