Salgamos del armario, llenemos las plazas, tomemos las calles». Este es parte del contenido del texto de una carta reivindicativa que remitió esta semana el matador de toros francés Sebastián Castella a diversos medios de comunicación. «El toreo no es de derechas ni de izquierdas. Es de pintores, de poetas, de genios, del pueblo» afirmaba también. Una valiente declaración de un torero, asimismo aguerrido, caracterizado por la rebeldía y la independencia. Y quien ahora se atreve a alzar la voz de manera clara, contundente y plena de coraje, ante la situación que se está viviendo en la fiesta de los toros.

Esta actitud emparenta con la que tomó el pasado domingo en Marbella Morante de la Puebla. Y es que el torero sevillano, después de hacer una gran faena, se negó a dar muerte a su oponente. Y lo hizo como protesta a la autoridad ante la permisibilidad que estos observaron ante la irrupción en el ruedo del ya conocido antitaurino Peter Henseen. Este personaje acostumbra a saltar a las plazas ante la complacencia de quienes tienen obligación de mantener el orden en los cosos. El jueves de la semana pasada así lo hizo en Palma de Mallorca. El domingo lo repitió en Marbella. Y por ahí anda el personaje campando por sus respetos, mientras la cuadrilla de Morante era multada por haber tratado sacar a semejante elemento de la plaza, cuando observaron que quería agredir a su matador. Sin olvidar el esperpento protagonizado por otra activista en Málaga, cuando se lanzó al ruedo para abrazar a un novillo (ya muerto, por supuesto), ante la permisividad de quien debía mantener el orden. Y luego la elementa se fue por el callejón haciendo cortes de manga al público que la abroncaba. Tan campante. Lamentable.

Por todo ello es bueno que los profesionales del toreo tomen ya cartas en el asunto y hagan oír su voz para tratar de defenderse de tantos desmanes como se están produciendo últimamente. Y es que sorprende la permisibilidad, en algunos casos, de los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado.

Los aficionados también están reaccionando. Como en Vinaròs, donde llenaron los tendidos de su plaza el pasado domingo a pesar de las amenazas de los antis llegados desde Cataluña. O en Palma, donde cubrieron casi la totalidad de su Coliseo Balear a pesar de que los munícipes han declarado a Mallorca ciudad antitaurina. Y en San Sebastián, ciudad a la que regresaron los toros el pasado jueves una vez quedó Bildu fuera del poder. Y con las cámaras de TVE en directo. Eso si, lo que se tuvieron que oír los aficionados por parte de los antis fue de pavor. Unos rebuznos que da espanto reproducir.

Entre tanto, un torero como Paquirri estuvo a punto de morir de una cornada en la plaza de toros de Huesca. Ello engrandece al toreo y a los toreros, en esta fiesta brava «del vivir y del morir», que decía un poeta tan de izquierdas como Rafael Alberti. Y en la que se muere de verdad, y no de mentirijillas, como en el teatro. Y en otras performances de baja estofa, tan del gusto de los antis y de sus adláteres y corifeos.