No encontrarán un relato de planos secretos ni planes maestros en el robo perpetrado al San Pío V en la madrugada del domingo al lunes. Solo un expolio brusco y acelerado, facilitado por la extrema debilidad de la que se considera la segunda pinacoteca más importante del Estado. Los ladrones que entraron en el recinto lo hicieron por la zona en obras en el al ala este del edificio, anexa a los jardines de Viveros y de donde apenas le separan un par de vallas de mediana altura, atendiendo a la narración de los hechos que ayer aportaban los nuevos responsables de Cultura después de las primeras pesquisas policiales.

Una vez dentro del recinto, los ladrones, cuya finalidad «no era el arte» „afirmaba el secretario autonómico del área Albert Girona„, sustrajeron las herramientas de los trabajadores encargados de la restauración; incluso se apuntaba a que acabaron utilizando las mismas para forzar la puerta del almacén donde dieron con las obras de arte. El pabellón al que accedieron, el Benlliure, se encuentra en el edificio anexo al museo, justo al lado del parque, y es depositario de grandes esculturas, como el funeral de Joselito, y piezas más pequeñas que serían el objeto del robo.

Los ladrones forzaron la puerta y accedieron al recinto „donde reventaron tres vitrinas„ con la complicidad de los sistemas de seguridad, desactivados «por cuestiones presupuestarias» cuando arrancaron las obras en esa parte del edificio, denunciaba ayer Girona. Ni la cámara que apuntaba a la puerta del almacén ni la alarma estaban operativas, así que tan solo el ojo humano ha custodiado ese punto durante estos meses. En la madrugada en cuestión eran tres los vigilantes „personal de seguridad del museo„ que abarcaban todo el espacio, según ha podido saber este periódico: uno encargado de recorrer las salas interiores; otro al tanto de las cámaras de seguridad y un tercero en el exterior, que pudo ser quien hizo huir a los cacos.

La directora general de Cultura, Carmen Amoraga, daba cuenta del saqueo: tres tallas de madera de 30 centímetros de la escuela de Vergara, un cincuentín de plata de Juan Carlos I „adquirido por 10.000 pesetas en 1995„, tres rosarios de madera, un arma de fuego de principios de siglo XX inutilizada y 37 medallas de latón conmemorativas de fiestas, asociaciones y méritos educativos. Los responsables de Cultura hablaban de pérdidas de gran valor histórico, no tanto económico, si bien técnicos en patrimonio trabajan en calcular el coste total de las pérdidas, entre las cuales las tallas de madera son las más cotizadas. El grupo de patrimonio de la Generalitat rastreará las obras robadas en anticuarios y mercados como el rastro.