Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Obra

Cuando la danza valenciana soñó subir a la primera línea europea

La investigadora Carmen Giménez repasa el «estallido de creatividad» en los años 70 y 80, la esperanza que abrieron el Centre Coreogràfic y Dansa València y el desencanto por su evolución

Cuando la danza valenciana soñó subir a la primera línea europea

Eran los tiempos de juventud y efervescencia de Ananda Dansa, de la compañía de Vicente Sáez, de Vianants o de La sonrisa de Caín, por citar a una serie de grupos representativos del vigor que la danza contemporánea vivió en la Valencia de los años setenta, ochenta y noventa del siglo pasado. Solo Ananda Dansa, la compañía de Rosángeles y Edison Valls, sobrevive en la actualidad y el dato sirve para ilustrar la evolución registrada.

Explica Carmen Giménez Morte que la danza contemporánea «llegó a España con 40 años de retraso, entró de golpe y provocó un estallido de creatividad». Barcelona y Valencia fueron los polos pioneros de aquella fuerza, relata, que se extendió hasta los años noventa y que viviría la creación del Centre Coreogràfic (1998) como «la consolidación de una esperanza» que venía de lejos.

Esa vía de ilusión contó con otro escaparate: Dansa València, que «en sus primeros 15 años fue un lugar de encuentro para gestores y programadores culturales de otras partes de España y Europa», que acudían en busca de las últimas tendencias de la danza.

Hasta ahí, el pasado. La realidad es otra. Aquellos dos focos de modernidad se han ajado y se han distanciado de la profesión. El veredicto de la investigadora y profesora del Conservatorio Superior de Danza de Valencia coincide con las críticas que las organizaciones valencianas de danza han vertido en los últimos sobre la política en este campo.

La lectura de Giménez Morte es que la ampliación de la capacidad administrativa del Centre Coreogràfic ha ido pareja a su extrañamiento del sector (valenciano y español). Ha habido un ensimismamiento y una sordera hacia la profesión, en resumen. La actitud, opina la profesora, es consecuencia de que la orientación haya sido la misma, porque la directora siempre ha sido la misma. No la cita explícitamente, pero se refiere a Inmaculada Gil Lázaro, aún hoy formalmente coordinadora del Centre Coreogràfic.

La investigadora comparte asímismo la visión crítica sobre Dansa València, reconvertido en temporada de danza. Que no se concentre en pocos días, que se haya abierto a otras disciplinas y a creadores internacionales «ha influido en que los programadores no vengan». «No es que esté mal o bien, es que se ha convertido en otra cosa», apostilla a Levante-EMV.

Giménez Morte participó ayer en el ciclo de conferencias con el que la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos y Ámbito Cultural de El Corte Inglés repasan la memoria de la cultura en la Transición. La experta dio su visión sobre lo que supuso la creación del Centre Coreogràfic de la Generalitat en el contexto citado.

Valencia jugó tal papel de «avanzadilla» de la danza contemporánea en aquella época que en las conversaciones previas del sector se hablaba de un Centro Coreográfico Nacional en Valencia. Sin embargo, el cambio de color en el gobierno autonómico y en la ciudad de Valencia hizo que el Ministerio de Cultura finalmente se alejara y el proyecto naciera solo valenciano. Junto con Canarias y Galicia, son las únicas tres comunidades con centros coreográficos.

Y del desencanto a la ilusión renacida. Eso es lo que observa Giménez Morte en la profesión ahora, tras el cambio en la Generalitat: «Una nueva oportunidad». Pasa, dice, por la elección de directores, propuestas y compañías a través de comisiones independientes. Por abrir, ahora sí, el Coreogràfic a la sociedad.

Compartir el artículo

stats