Enmedio de las dos novilladas organizadas por la empresa de la plaza de toros de Valencia en El Puig con motivo de la festividad del 9 de octubre, ayer tuvo lugar en Utiel una corrida de toros.

Un espectáculo programado fuera de feria, que supondrá el último festejo mayor de la temporada en la provincia de Valencia. Y que tenía interés para el aficionado para poder calibrar el desafío que se marcaba un torero de la tierra. un torero todavía no, con escasa experiencia, y que pretendía dar un aldabonazo a su trayectoria profesional.

A pesar de los imponderables, se pudo celebrar la corrida de toros anunciada en la plaza de toros de Utiel. El día anterior, durante la desencajonada, se mataron dos toros. Con todo, los organizadores reaccionaron con rapidez y fueron capaces de traer más astados para completar el encierro.

Un festejo en el que el matador de toros valenciano Alberto Gómez se encerraba con seis toros en solitario. Todo un reto, de cara a tratar de relanzar su carrera. Y de paso para contribuir con los beneficios que hubiera podido reportar la corrida, para Aspanion (Asociación de padres con niños con cáncer.).

Al final se vivió una buena tarde de toros, en la que Alberto Gómez fue capaz de matar una seria y buena corrida con tanta suficiencia como soltura. Sobrado y sin agobios. Cumplió con creces.

El encierro elegido lució una excelente presentación. El serio primero se movió con nobleza y buen son por ambos pitones. El segundo, un precioso colorao ojo de perdiz, tuvo buen fondo pero se acabó aplomando, metió la cara entre los pitones y se defendió a partir de mitad de la faena. Muy bien presentado el castaño y burraco tercero, un ejemplar de una gran presencia que luego se desplazó con buen son por los dos pitones, a pesar de su altísimo esqueleto, si bien le costó más por el pitón izquierdo.

Un tío, muy serio y astifino el cuarto, con una muy serio trapío. Galopó y metió la cara humillando una enormidad y con clase. Más vareado el quinto, que embistió con transmisión, raza y sobrado de movilidad, aunque exigió mucho. Y el sexto, muy mal lidiado, no desentonó de la presentación y el juego de sus hermanos.

Alberto Gómez afrontó el reto muy mentalizado y sobrado de decisión. Anduvo compuesto y templado ante su buen primero, que brindó al público, en una labor entonada y de buen aire que no terminó de tomar vuelo. El segundo se lo brindó a Antonio Peinado, y frente a él también anduvo suficiente y compuesto, en una faena de buen nivel.

El equipo médico de la plaza de toros fue el destinatario del brindis del tercero, frente al cual muleteó siempre asentado, con la mano baja y los engaños siempre por delante, en un trabajo de notable factura.

El cuarto se lo brindó a su cuadrilla, y ante él firmó un la faena en la que toreó sobre todo por la mano izquierda con largo trazo y sometimiento. Le dedicó la muerte del quinto a su madre, un ejemplar con mucho que torear ante el que pareció tomarse un respiro.

Y saludó con un farol de rodillas al cierraplaza, frente al que lució al torear con la mano baja y porte vertical.