Antes de que se anunciara el aplazamiento, ¿dónde estaban las expectativas del salón?
En las de una primera edición. Lo mejor era que siempre se publicitaba como un evento que englobaría al cómic y la ilustración. Creo que con que el público hubiera respondido ya se podría haber catalogado de éxito, más allá de que los números hubieran salido o no.
Fueron precisamente los números los que abortaron el intento, antes de celebrarse.
Estoy de acuerdo con lo que decía Paco Roca el otro día. Valencia no es Barcelona y Feria Valencia queda lejos de la ciudad. Pensar en un salón parecido al de Barcelona es como comparar el IVAM con el MOMA. Hay que intentar que el evento se acople a la ciudad y no al revés.
¿Cuál sería entonces el objetivo de un salón en Valencia?
Si hay que empezar de una manera más modesta pues se hace, porque al final de lo que se trata es de ganarse al lector no habitual. En ese sentido, las Jornadas de Cómic de Valencia sí que lo hacen: con menos recursos atraen a grandes firmas.
Su galería lleva tres meses abierta. ¿Hay público para sostener el sector en Valencia?
La gente aquí viene y repite. Con la última exposición de Gabriel Moreno teníamos colas en la calle. Lo que hay que intentar es educar al público y a la vez traer cosas que en Valencia son difíciles de ver. Hay transmitir que esto es una actividad profesional, que en Valencia se genera industria cultural. En ese sentido nosotras tratamos de generar un hábito de coleccionismo.
¿Se sigue considerando al sector como un hermano pequeño en la cultura?
Sí, y a los artistas también. La gente piensa que una obra gráfica no se revalorizará como una pintura.
