En su primer single, Usar y tirar, transcurren dos minutos instrumentales hasta el primer verso. Antes de la letra uno ya ha hecho inventario de los referentes más cercanos de Incompetencia, entre los que parece figurar a la cabeza Fito. El batería del grupo y uno de sus fundadores, Luisen Capafons, señala a los clásicos: «Con los nuevos miembros compartíamos más el gusto por Beatles o Led Zeppelin».

Los nuevos miembros. El relato de esta banda valenciana incluye la reformulación de un antiguo grupo en el que el propio batería fue un novato. En la nueva formación es, sin embargo, un veterano. «Es que llevo tocando en grupos desde hace ochos años», se justifica el músico, que aún no ha cumplido los veinte. Los actuales miembros de Incompetencia están repartidos por los campus universitarios de la ciudad, pero la media de edad no fue siempre tan baja; tampoco el grupo tuvo el mismo espejo en el que mirarse. Incompetencia fue antes una banda de ska con cierta vocación punk. Se podría decir que de aquello solo quedó el nombre y dos músicos con ganas de cambiar el rumbo. Ni siquiera ellos se refieren a este pasado en la biografía de la actual banda. «Se disolvió y nos quedamos el nombre porque era original, porque ya tenía cierto público y porque nos daba pereza cambiarlo», reconoce Capafons.

Él y el bajista Kevin Castellano salieron de aquella Incompetencia para montar algo nuevo. Consiguieron definir un nuevo estilo con tres incorporaciones, las de Álex Anaya (guitarra), David Casado (guitarra) y Eduardo Hirschfeld (teclado) y se lanzaron a por el que ha sido su primer disco, La teoría del caos, grabado en LR Estudios y publicado el pasado octubre. Desde entonces viven en una rueda de bolos que ha disparado la confianza del grupo: «Nos hemos dado cuenta de que un concierto vale como dos meses de ensayo».

Por el momento tratan de consolidarse en territorio propio aunque ya han actuado en Madrid y, según Capafons, les gustaría tocar algún día en Suramérica. También se han fogueado en acústico, formato que repetirán el 18 de diciembre en la sala Deluxe. «El público nos dijo que nos entienden mejor, pero disfrutamos más en eléctrico», dice Capafons. No es tiempo aún de bajar los decibelios.