«Un desastre». «No podía ser peor». «Se va la mitad de la Acadèmia». Son algunos de los mensajes pronunciados instantes después de salir de la sala de juntas de la Acadèmia Valenciana de la Llengua (AVL). El propio presidente no se lo pensó al valorar la jornada: «Criminal». Lo decía después de pedir comprensión porque estaba «muy afectado» y no estaba para muchas declaraciones a la prensa.

Los números de la «rifa» navideña adelantada en la institución „insaculación es el término oficial, de reminiscencias medievales„ salieron en el mismo lado de las diferentes sensibilidades presentes en el organismo.

La mano enguantada del secretario general, Agustí Colomer, extrajó del saco negro con el emblema de la AVL las bolas de madera con los números 2 y 17. De acuerdo con el orden alfabético, la primera correspondía a Rafael Alemany; la segunda, a Manuel Pérez Saldanya.

El primero es catedrático de la Universidad de Alicante, experto en literatura medieval y uno de los ideólogos de la Acadèmia desde antes de que existiera.

Pérez Saldanya es catedrático de la Universitat de València y, hasta ahora, el único gramático en la AVL; es además miembro del Institut d´Estudis Catalans (IEC), lo que le hacía jugar un papel de enlace entre ambas.

«Dos pesos pesados» de la casa, resumía un académico. Como en todas las entidades de esta naturaleza, no todos los componentes trabajan por igual ni tienen el mismo protagonismo en los debates. Alemany y Pérez Saldanya han sido de los más activos.

A pesar de concesiones a disgusto, la Gramàtica Normativa lleva el sello de Saldanya. Uno de los hombres fuertes en la elaboración (larga y costosa) del Diccionari Normatiu Valencià ha sido Alemany, que no en vano preside la sección de Lexicografía.

La mano de ambos puede verse en la definición de valenciano que tan poco gustó al anterior del Consell y los dos trabajaron intensamente en el dictamen sobre la entidad del idioma que tanta tinta generó en 2005.

Alemany, prohombre de Benidorm que ejerció de profesor de valenciano de Eduardo Zaplana, fue uno de los muñidores de la AVL. Puede contar reuniones a altas horas de la noche con el entonces conseller Francisco Camps para ponerlo al día en cuestiones sociolingüistas y que el proyecto de una entidad que pacificara el debate del idioma saliera adelante. Así fue en 2001.

Incluso le tocó negociar con Zaplana y sus hombres si debía haber renovación en la AVL. Los políticos veían mejor que así fuera, máxime en una entidad de la que formar parte iba a ir acompañado de retribuciones.

Los dos afectados por el sorteo se lo tomaron con deportividad y elegancia. Ponían las miras en la cooptación „otro latinajo„, que es el proceso de elección de los nuevos siete miembros que se abrirá en 2016 y que, a diferencia de hasta ahora, estará en manos de los propios académicos, no de los grupos de las Corts.

«El criterio ha de ser ya el de la calidad, por el valor científico o como creadores de gran prestigio. Ya no estamos en la fase de componendas de la primera época», comentaba Alemany a Levante-EMV hasta que su móvil sonaba. Era el conseller Marzà, para agradecer los servicios prestados.

«Las claves iniciales ya no existen. No hay bloques», añadía Pérez Saldanya. Los secesionistas de los que se hablaba en 2001 hoy se les puede etiquetar de particularistas, grupo en el que entraría también algún catedrático universitario.